
Fue ya hace unos meses cuando decidí con mi familia ir a pasar unos días de vacaciones y relajamiento a un destino relativamente turístico.
Junto a nuestra casa rural había un gran hotel prácticamente copado por gente del IMSERSO.
Alguna noche, optamos por entrar en la cafetería del mismo y compartimos un rato de fiesta y baile con esta gente mayor que también estaba disfrutando de sus merecidas vacaciones. Es más, nos lanzamos a la pista con ellos y a participar en las conversaciones que se iban produciendo tanto junto a los altavoces como en las mesas que rodeaban el escenario.