El pasado 24 de Septiembre tuvo lugar la celebración de la feria del voluntariado, distintas asociaciones tuvieron a su disposición en la calle Ordoño II unas mesas donde dar visibilidad a las agrupaciones y ONGs que trabajan de una manera desinteresada cubriendo esa carencia existente en muchos aspectos de nuestra sociedad.
Estuve dándome una vuelta por allí, me hablaron de su labor, me dieron propaganda y disfruté poniendo cara a gente habitualmente desconocida que ese día se veía en cierto modo obligada a salir del anonimato. Enhorabuena por esa extraordinaria labor que es el voluntariado. Mis felicitaciones a todas y en especial al Teléfono de la Esperanza.
Por la tarde en León había otro evento. Con retraso por la pandemia, estaba prevista una macro procesión conmemorativa del 33 Encuentro Nacional de Cofradías.
Veintitrés pasos con sus bandas iban a recorrer la misma calle ocupada horas antes por la Feria del Voluntariado. Miles de personas en las aceras, horas de espera para ver esas tallas acompañadas de sus agrupaciones musicales y esos papones anónimos, insisto anónimos, porque yo, que soy papón entiendo que es una de las cualidades de todo cofrade.
Sin embargo, vi a muchos de ellos saltándose ese anonimato, haciendo su personal procesión particular atravesando a cara descubierta Ordoño II camino del Palacio de Congresos (que era desde donde se iniciaba la marcha).
Podían haber ido por calles adyacentes, podrían ir con su túnica en la mano y haberse vestido un momento antes del inicio de la procesión, o incluso por las aceras de nuestra calle principal, pero no, iban por el centro saludando a diestro y siniestro como si fuera en una pasarela.
Hay quienes trabajan desinteresadamente desde el anonimato y ese día tuvieron que mostrar su cara y quienes faltaron a su anonimato, pavoneándose por medio de la multitud.
Fue un día de contrastes.
Ahí lo dejo…