Siempre me ha gustado mucho las historia. Me intereso por ella y disfruto visitando monumentos. Me ayudan a conocer mejor al hombre a través de sus dudas, sus ambiciones, sus miedos, etc. y por supuesto también me ayudan a conocerme a mí.
Normalmente cuando vas con visita guiada y te explican la catedral o el monasterio de turno, hacen especial mención a lo artísticamente relevante y el trabajo maravilloso de sus arcos, capiteles, retablos, etc..
Hace unos días visitando un monasterio leonés, me sedujo el especial interés de la guía en mostrarnos la cantidad de marcas diferentes y originales, en las piedras lisas sobre las que se sustentaban esas otras tan artísticamente mencionadas. Era la manera que tenían los canteros de justificar su trabajo y cobrar su salario. Acabé haciendo un reportaje fotográfico de ellas ya que algunas eran preciosas.
Me vinieron a la mente la cantidad ingente de personas y canteros que habrían trabajado en ese monasterio a lo largo de muchos años y de cuyo esfuerzo imprescindible apenas se habla, ya que todo el mérito se lo llevan los que remataban su tosca obra con esas filigranas y figuras finamente talladas.
Creo que en nuestra sociedad estamos primando únicamente el ponerse la medalla, salir en la foto o decir el discurso final, cayendo en el error de no valorar el esfuerzo por quienes desde el anonimato son los verdaderos artífices de muchos logros.
Quisiera desde aquí reivindicar a los colaboradores, a los gregarios, a los anónimos desconocidos necesarios e imprescindibles que sustentan cualquier proyecto.
Y seguiré mas que nunca, buscando y valorando, las marcas los actuales canteros.
Ahí lo dejo…