Siempre he pensado que los
periodos de oscuridad y sequía eran un obstáculo para el crecimiento y el éxito,
algo “malo” o al menos “peor” que los momentos de gracia, que sentimos como fogonazos
deslumbrantes de energía y chaparrones de inspiración. Pero me he dado cuenta
de que detrás de cada momento “cumbre” de mi vida siempre ha habido un ascenso
modesto y costoso, hecho de pasos pequeñitos dados con más fe que ganas,
confiando en que son la siguiente acción correcta a seguir. Y tras los estancamientos
y los retrocesos, un sinfín de “recomienzos” perseverantes.
Defender mi tesis doctoral, por
ejemplo, fue un día de triunfo antecedido por cuatro años de dudas recurrentes,
sensación de inutilidad y desorientación, incomprensiones y trabajo, mucho
trabajo. Pero también de ayudas inesperadas y camaradería, de la excitación del
descubrimiento y la satisfacción de aprender.
Las presentaciones de mis libros
me han regalado emociones cordiales de gratitud y contentoG. Pero tras ellas se esconde la constancia de
escribir cada semana, me apeteciera o no. Y pensar y repensar en los que van a
asistir, qué les motivará o les emocionará, con quién puedo contar y cómo
movilizarlos. Y sí, al final, los amigos responden y el público también, pero
no sin que antes haya tomado yo la iniciativa.
Las grandes ideas, los proyectos
que merecen la pena, se gestan en la oscuridad, incluso si se concibieron en la
luz. Y precisan tiempo y paciencia. No se puede acelerar, ni facilitar, la
conversión de la oruga en mariposa, pues la fortaleza de sus alas viene dada
por el propio esfuerzo de romper la crisálida.
Si somos sinceros, todos sabemos
cuáles son nuestros deseos más profundos, por hondo que los hayamos enterrado
en la conciencia y en el corazón. Y sabemos que lo sabemos. Pero tal vez solo
veamos con claridad un corto tramo del camino, quizás sólo el siguiente paso,
la acción correcta que nos toca en ese momento. Pero detrás no necesariamente
está el abismo, lo más probable es que solo sea una curva brusca y el sendero
continúe, mas solo lo veremos si llegamos allí.
Cuando nos falta perspectiva y
sensación de control cabe abandonar, o confiar y continuar avanzando. ¡Y ya
hemos subido tan alto que está más cerca la cumbre que la falda de la montaña!
Sigue, poco a poco, descansando entre tramos. Acompasa tu ritmo al de otros
caminantes que van en tu dirección, para serviros de mutuo apoyo. Pero sigue,
porque ese es tu destino. Tal vez estés llamado a alcanzar una cima desde la
que se contempla el universo; o una pradera verde y mullida donde recostarte; o
el útero fresco y dulce de un bosque viejo… Lo sabrás cuando llegues, pero como
el poeta Kavafis “pide que el camino sea largo, lleno de experiencias”, porque
Ítaca no es más que una dirección para tus pasos y el fin del viaje no es otro
que darte la oportunidad de manifestar todos los aspectos de tu ser, en
diferentes decorados y circunstancias.
La revelación es un “suceso” que
se produce en un instante sin pedir permiso, pero la transformación es un “proceso”,
que exige nuestro compromiso y un esfuerzo constante, que pone a prueba la
fuerza del deseo y la voluntad de hacerlo realidad. Las noches oscuras son una
preparación necesaria para que el amanecer traiga la iluminación; la calma
chicha nos permite disponer nuestras velas para recibir el aliento divino, que
sopla cuando y como quiere, como un vendaval arrollador o una suave brisa. Sin
actos que los sostengan se perderían la revelación más sublime y el talento más
brillante. Así que solo pido que la inspiración me pille trabajando…