sábado, 8 de junio de 2024

sábado, 8 de junio de 2024

La cuesta arriba

Vivir para contarlo
Ana Cristina López Viñuela

 

Siempre he pensado que los periodos de oscuridad y sequía eran un obstáculo para el crecimiento y el éxito, algo “malo” o al menos “peor” que los momentos de gracia, que sentimos como fogonazos deslumbrantes de energía y chaparrones de inspiración. Pero me he dado cuenta de que detrás de cada momento “cumbre” de mi vida siempre ha habido un ascenso modesto y costoso, hecho de pasos pequeñitos dados con más fe que ganas, confiando en que son la siguiente acción correcta a seguir. Y tras los estancamientos y los retrocesos, un sinfín de “recomienzos” perseverantes.

Defender mi tesis doctoral, por ejemplo, fue un día de triunfo antecedido por cuatro años de dudas recurrentes, sensación de inutilidad y desorientación, incomprensiones y trabajo, mucho trabajo. Pero también de ayudas inesperadas y camaradería, de la excitación del descubrimiento y la satisfacción de aprender.

Las presentaciones de mis libros me han regalado emociones cordiales de gratitud y contentoG.  Pero tras ellas se esconde la constancia de escribir cada semana, me apeteciera o no. Y pensar y repensar en los que van a asistir, qué les motivará o les emocionará, con quién puedo contar y cómo movilizarlos. Y sí, al final, los amigos responden y el público también, pero no sin que antes haya tomado yo la iniciativa.

Las grandes ideas, los proyectos que merecen la pena, se gestan en la oscuridad, incluso si se concibieron en la luz. Y precisan tiempo y paciencia. No se puede acelerar, ni facilitar, la conversión de la oruga en mariposa, pues la fortaleza de sus alas viene dada por el propio esfuerzo de romper la crisálida.

Si somos sinceros, todos sabemos cuáles son nuestros deseos más profundos, por hondo que los hayamos enterrado en la conciencia y en el corazón. Y sabemos que lo sabemos. Pero tal vez solo veamos con claridad un corto tramo del camino, quizás sólo el siguiente paso, la acción correcta que nos toca en ese momento. Pero detrás no necesariamente está el abismo, lo más probable es que solo sea una curva brusca y el sendero continúe, mas solo lo veremos si llegamos allí.

Cuando nos falta perspectiva y sensación de control cabe abandonar, o confiar y continuar avanzando. ¡Y ya hemos subido tan alto que está más cerca la cumbre que la falda de la montaña! Sigue, poco a poco, descansando entre tramos. Acompasa tu ritmo al de otros caminantes que van en tu dirección, para serviros de mutuo apoyo. Pero sigue, porque ese es tu destino. Tal vez estés llamado a alcanzar una cima desde la que se contempla el universo; o una pradera verde y mullida donde recostarte; o el útero fresco y dulce de un bosque viejo… Lo sabrás cuando llegues, pero como el poeta Kavafis “pide que el camino sea largo, lleno de experiencias”, porque Ítaca no es más que una dirección para tus pasos y el fin del viaje no es otro que darte la oportunidad de manifestar todos los aspectos de tu ser, en diferentes decorados y circunstancias.

La revelación es un “suceso” que se produce en un instante sin pedir permiso, pero la transformación es un “proceso”, que exige nuestro compromiso y un esfuerzo constante, que pone a prueba la fuerza del deseo y la voluntad de hacerlo realidad. Las noches oscuras son una preparación necesaria para que el amanecer traiga la iluminación; la calma chicha nos permite disponer nuestras velas para recibir el aliento divino, que sopla cuando y como quiere, como un vendaval arrollador o una suave brisa. Sin actos que los sostengan se perderían la revelación más sublime y el talento más brillante. Así que solo pido que la inspiración me pille trabajando…