Testimonios de voluntarios
Marta María Domínguez
En estos días en los que convivimos con el confinamiento y salidas de una hora, al salir a dar un paseo me he cruzado con una madre y una hija. A dos metros de distancia y tras la alegría de vernos físicamente, la tristeza les invade y las lágrimas se asoman… “hace un mes, en pleno pico de la pandemia, se murió mi madre” me dice.
En ese momento, sus miradas se transformaron en las de una hija huérfana y una nieta desconsolada. “…Estuvo sola en el hospital durante días… una mujer con seis hijos que la adoraban… solo dos de mis hermanos pudieron enterrarla… ¡no te imaginas lo que se siente…!”, coge aire con fuerza y dice como un mantra, “hay que seguir para delante…” y prosiguen su paseo.
¡Por supuesto que sí!, ¡que seguiremos adelante!, que nos recuperaremos y que este dolor que hoy no nos deja respirar por la pérdida tan grande que hemos sufrido, se atenuará. Sin embargo, permitámonos llorar, sentir tristeza, pena, dolor, la ausencia… es lo natural, no somos débiles ni tenemos ninguna enfermedad mental, es el momento para ello, es momento de duelo.
Aprovechemos para poner nombre a lo que sentimos, a la rabia y la frustración por las circunstancias. Compartamos nuestros sentimientos de dolor con los que nos rodean, seamos honestos con nuestras emociones concediéndoles el lugar que se merecen hoy, porque hoy es cuando las sentimos. Porque sabemos que si hoy nos atrevemos a observar, nombrar y vivir lo que sentimos, vamos a ser capaces de salir adelante.
Así que atrevámonos a decir que estamos sintiendo un dolor inmenso por nuestra pérdida y que estas circunstancias concretas, dadas por el confinamiento, lo están haciendo más difícil. Que no haber podido acompañar y despedir a nuestra persona querida de la manera que se ha hecho siempre, nos hace sentir mal e incluso culpables.
Digámonos con sinceridad lo que nos sucede y digámoselo a los demás. Dar visibilidad a nuestras sensaciones ayudará a que no se enquisten. Gestionarlas según suceden, nos permite tratar con ellas en su estado natural sin acumulaciones de problemas añadidos, evitando el efecto “bola de nieve”. Mostrarnos y reconocernos nos dará la fuerza para seguir para delante.