Todo lo que das, te vuelve
Inma
A menudo sentimos ira cuando nos pasa algo que no esperábamos, queremos cambiar a personas, queremos cambiar situaciones, sufrimos por ello, nos frustramos y no conseguimos nada, sólo un gran desgaste que nos lleva al estrés, a enfermar nuestro cuerpo, a saturar nuestra mente y a inmovilizarnos.
A pesar de que hemos comprobado que mientras la rabia sigue con nosotras la otra persona no la siente y llegado un momento dado saldrá de nuestras vidas, nosotros persistimos en nuestro objetivo.
Algunas veces tratamos de cambiar a alguien por medio de la manipulación, al ver que sentimos rabia se puede sentir culpable y eso nos pone en situación de superioridad y control de la situación.
En otras ocasiones imponemos nuestro criterio de malas maneras, parece que la única forma de moverse por el mundo sea a nuestra imagen y semejanza, nos creemos poseedores de la verdad absoluta rechazando toda posibilidad de diálogo.
Podemos llegar a pensar que la rabia es efectiva porque hay personas que accederán a nuestros deseos cuando nos vean enfadados, pero en verdad nos tendrán miedo, lo que les llevará a no expresar sus deseos y en cuanto tengan oportunidad se irán.
Estaría bien que nos preguntáramos cómo nos sentiríamos si alguien a toda costa quisiera que fuéramos como otro, alguien que no somos...
Un concepto oriental dice que es más fácil ponerse unas sandalias que querer alfombrar el mundo.