sábado, 30 de marzo de 2024

sábado, 30 de marzo de 2024

de la prisa a la risa

Testimonios de voluntarios
MAITE


DE LA PRISA A LA RISA

Ya no recuerdo cómo ni cuándo empezó todo, probablemente fue asumiendo cada día más y más responsabilidades que no me correspondían y que me hacían ir de cabeza. 

Aunque tal vez pudo ser desde que dejé de decir no, a aquello que me proponían o pedían y, aunque no me apeteciera realmente, yo me lo echaba a la espalda.

A veces creo que pudo ser por mi afán de controlar todo a mi alrededor y que nada escapase a mi supervisión o incluso por creerme superwoman con poderes y capacidades que superaban lo humano para poder llegar a todo y adelantarme a cualquier cosa que pudiera llegar a pasar. 

Echando la vista atrás pienso que pudo influir escuchar a mi abuelo decir con frecuencia aquello de " hay que ser ligeros en esta vida ".

No consigo identificarlo bien, pero, desde algún momento más o menos concreto y por algún motivo inexacto yo empecé a ir deprisa en mi vida y ahora... me cuesta echar el freno y reducir la velocidad, lo intento con frecuencia y a veces me pego al sofá a propósito (como si tuviera pegamento).

Unos minutos más de la cuenta para retrasar mi desbocada carrera hacia el no parar.

Otras veces me quedo patidifusa al escucharme decir " yo no estoy disponible " en algún plan que no me motiva demasiado, e incluso he llegado al colmo de los colmos pensando "esto no va conmigo" y dejo de lado algún asunto que no es de mi incumbencia.

Pero lo último y más sorprendente de todo es haber pedido ayuda cuando me he dado cuenta de que algo me superaba y que sola no podía resolver. Yo creo que todos estos indicios apuntan claramente a que camino hacia mi propia sanación (serena relajación me gustaría llamarla, aunque suene redundante).

Ojalá el próximo logro sea caminar por la calle tranquilamente, como si no tuviera prisa, sobre todo en esas ocasiones, que son la mayoría, en que realmente no la tengo.

Un gran avance en mi esfuerzo por cambiar esta manera de ir por la vida y poner un poco de consciencia en mi acelerado problema ( y así tenerlo presente, trabajar en ello y no echarlo al olvido) ha sido poner a mi perro un nombre significativo. Brío se llama el animal, así al menos, cuando lo llevo a pasear y me desgañito llamándole me doy cuenta de la magnitud de mi prisa por volver y por ponerme rápidamente a otra cosa mientras él me mira y, sin dejar de correr, se parte de la risa.