Mi nombre es Lara, acabo de terminar el curso de inteligencia emocional impartido por el teléfono de la esperanza.
No sé si emocionalmente soy más inteligente ahora, lo que sí sé es que tengo muchas herramientas para poder llegar a serlo. Todo depende de mí.
Animo a todo el mundo a que haga este tipo de cursos, yo haré más, porque en ellos compartes tu vida con un grupo de gente que no conoces, al menos en profundidad.
Te das cuenta de que todos tenemos problemas, que no eres un bicho raro y que además muchos tienen solución y está en ti.
El valor del Teléfono de la Esperanza, aparte del que todos conocemos, es el de su voluntariado.
Se extiende a pueblos como el mío para hacer llegar a todos, esas herramientas para mejorar nuestra vida. Para desaprender lo que aprendimos mal, recalcular según venga la vida, reconocer lo que sentimos, dándole la importancia que tiene, no más, ni menos.
De esta manera mejoramos la relación con nosotros mismos e irremediablemente con los demás. En definitiva, mejora el mundo.
Desde aquí doy las gracias a Marta (la profe voluntaria), a mis compañeros y al Teléfono de la Esperanza por una experiencia genial.
Ahora me toca trabajar a mí, lo haré de la mejor manera que pueda, primero soy yo y cuando yo esté bien, serán todos los demás.
Muchas gracias, ¡Volveré!.
Lara Regoyo