Cuando veo en televisión el anuncio del robot aspirador Roomba, me pregunto si no será más inteligente un artefacto mecánico que los seres humanos, que en lugar de cambiar de dirección cuando nos encontramos con un obstáculo y buscar un camino expedito, nos solemos empeñar en tropezar con la misma piedra contra la que nos hemos estrellado mil veces antes.
Quizás tenga que ver con nuestros condicionamientos psicológicos innatos o adquiridos, que nos llevan a interpretar la realidad a través de unos filtros que no siempre son los más apropiados. A veces creemos que hemos aprendido algo de la experiencia, cuando lo que estamos activando son los prejuicios y repetimos de nuevo algo que en el fondo nunca funcionó, aunque pensemos que sí. Son esos “ramalazos” que nos impulsan a intentar manipular a las personas para salirnos con la nuestra, a interpretar una situación neutra como un ataque, o a sentirnos víctimas de conflictos que nosotros mismos hemos provocado.
He observado que en cualquier proceso de desarrollo personal hay que vencer resistencias interiores para romper con la costumbre. En alguna ocasión he descrito este fenómeno como “la cabra tira al monte”, porque salirse de “lo seguro” cuesta, por más que nos produzca insatisfacción y sufrimiento. Si siempre he reaccionado de igual manera ante un tipo de estímulo, lo normal es que repita lo mismo cada vez que me encuentre en una tesitura parecida, a no ser que me haga consciente de la irracionalidad de mi comportamiento y de los penosos resultados que he logrado aplicándolo. Por ejemplo, si me ofendo cada vez que recibo una crítica, sintiéndome repudiada personalmente, no podré aprovechar esa opinión para replantearme mejorar en ese aspecto concreto. O si pienso que la forma de lograr atención es hacerme “la interesante” en lugar de pedir directamente lo que quiero o necesito de otro, como los demás no son adivinos lo habitual es que viva en la frustración. O si considero “enemigo” a todo el que no esté completamente de acuerdo conmigo, la paranoia será mi acompañante más fiel. Y así sucesivamente.
Como ya sabemos qué es lo que pasa cuando funcionamos “en piloto automático”, que es lo contrario que hace Roomba: ir de cabeza hacia los obstáculos, habrá que trabajar “en modo manual” y pararse a pensar, distanciándose de los pensamientos y emociones que vienen solos, para generar otros nuevos, más operativos y realistas. Acudir a la brújula interna que todos tenemos en nuestro interior para dirigir nuestra vida con inteligencia, abriéndonos a la intuición, confiando más en la sensación sentida en lo más profundo de nosotros mismos que en los bucles mentales que nos impiden salir de los laberintos en los que nos perdemos, deshaciendo el trayecto que acabamos de avanzar, sin dirección ni sentido, ni tampoco satisfacción ni placer. Un esfuerzo costoso que no nos llevará a ninguna parte, cuando empezar “de cero”, fundando mi conducta en la observación directa de lo que sucede, al final va a resultar más sencillo y eficaz.
Como sin duda corroborarían Colón o Magallanes, para llegar lejos y descubrir nuevos mundos hay que servirse de instrumentos de navegación ajustados y fiarse más de las estrellas, del color y la forma de las nubes y las olas que estamos viendo, que del miedo a tropezarse con el “borde” de océano y caer al otro lado, donde habitan los monstruos.