Ventanas al sol
Ana Cristina Pastrana

Calcinada por la pérdida de sus seres queridos, camina, descalza, sobre el paladar de la vida. Atrapada entre ruinas y balas, en un mar sin salida, muda, desvirgada y con la inocencia perdida, rueda, como una piedra, buscando calor, paz y comida. Reman sus manos contra viento y marea, cual gato panza arriba. Mientras sus labios, cargados de rabia, sus ojos, teñidos por el odio y su cuerpo, cubierto de heridas, cabalgan, cada noche, buscando la muerte, que libere el sufrimiento de su alma partida. Entre las sombras, otras retinas la miran y, sollozando, pronuncian su nombre. Nadie sabe lo que vale un abrazo cuando el terror se cruza en el camino y siega azucenas para colgarlas, como trofeos, en la solapa del ombligo.