sábado, 23 de septiembre de 2023

sábado, 23 de septiembre de 2023

¿Qué nos enseña Neferusobek?

Vivir para contarlo
Ana Cristina López Viñuela

Mi trabajo de fin de curso en el Museo Liceo Egipcio versó sobre Neferusobek, la primera reina faraón de la que se ha documentado que poseía la titulatura real completa, incluido el nombre de Horus. O lo que es lo mismo, que fue un faraón de pleno derecho, que ejerció todas las funciones rituales y políticas reales sin restricciones, allá por los años 1789-1786 a.C., aunque contaba con el precedente de otras mujeres de estado, como las dos Jentkaus, que desempeñaron funciones de “grandes esposas” o de regentes, conduciendo Egipto temporalmente en nombre de sus maridos o hijos, ya en el Reino Antiguo.

Pero lo que más me ha impresionado de esta figura histórica ha sido que asumió durante tres años, diez meses y veinte días el peso de un país convulso, con problemas de sequía, abastecimiento de alimentos e invasiones externas dentro de sus fronteras, sin ocultar ni avergonzarse de su condición de mujer, pues en las inscripciones abunda la desinencia de género femenino y en la iconografía, aunque ostenta los símbolos de la realeza, tanto su atuendo como sus formas ponen de manifiesto su femineidad, prescindiendo, por ejemplo, de la barba ceremonial. Esta estrategia contrasta con la de otras mujeres que ejercieron el máximo poder en el Egipto faraónico, como Hatshepsut o Tausert, que para poner de manifiesto su condición de encarnación del dios Horus en la tierra y, por consiguiente, su legitimidad para ejercer una función reservada a líderes masculinos, se mostraban con ropajes y atributos varoniles.

Y, sin embargo, la huella fecunda del breve reinado de Neferusobek se observa en las marcas de los nilómetros de Nubia, que permitían planificar las futuras cosechas; en los campos de cultivo de El Fayum, robados a las tierras pantanosas, aumentando la productividad agrícola; en las construcciones monumentales y las obras públicas que presentaban una imagen fuerte de Egipto que disuadiese a los extranjeros de sus intentos de conquista y que daban trabajo (y salario) a los egipcios en los meses de crecida; y en favorecer el culto al dios Sobek, el cocodrilo divino que gobierna las aguas del Nilo, a cuya intercesión acudían para evitar el hambre y la miseria, mostrando sensibilidad ante el sufrimiento de su pueblo y procurándole esperanza para sobrellevar las dificultades. Es decir, que ser mujer no le impidió ser un buen faraón, sino que tal vez incluso imprimió cierta personalidad a su forma de gobernar.

Creo que no solo es una injusticia, sino un desperdicio, que las mujeres no estemos plenamente integradas en la sociedad humana, asumiendo responsabilidades de gobierno las que tengan talento y vocación para ello, pero sin convertirnos en clones de quienes excluyeron a nuestras antepasadas del acceso al poder y la educación, reproduciendo sus errores, reprimiendo, mintiendo, avasallando a los más débiles… sino encontrando junto a los varones formas más humanas y creativas de actuar. Cuando observo a algunas de nuestras dirigentes actuales entregadas a la codicia, el populismo y el griterío, sin distinguirse en nada de sus colegas masculinos, echo de menos otra manera de dirigir más parecida a la de Neferusobek: dialogante, responsable, con visión de futuro y que tenga en cuenta el bien común por encima de los intereses particulares.

Pienso que solo se puede construir una sociedad mejor con la colaboración entre todos los seres humanos que la integran, con independencia de su género u orientación sexual, contando con la contribución efectiva de cada persona individual, sin dar la espalda a los valores que nos son propios y sin revanchismos. Porque el haber sido en cierta forma “víctimas” nunca justifica el convertirse en “verdugos”, ya que está más que demostrado que la mera inversión de la pirámide para que los que están arriba pasen a estar abajo no destruye un sistema injusto, sino que lo perpetúa, como se comprueba ojeando cualquier libro de historia. Estoy convencida de que solo trabajando unidos seremos capaces de transformar un mundo egoísta, cruel y autodestructivo, en un entorno de libertad y solidaridad donde cada uno de nosotros, tú y yo incluidos, podamos desarrollar plenamente nuestro potencial en beneficio del conjunto de la sociedad, sin renunciar a nuestra forma de ser particular, siguiendo ejemplos como el de Neferusobek.