
En el tercer escrito dedicado a ese círculo insidioso de no hacer nada o de no afrontar la realidad, os aportaba algunos errores de creencia e interpretación que inciden en nuestro abandono para manejarnos con entereza y optimismo. Estos aspectos vistos, eran: el temor al fracaso, junto con una generalización excesiva; el temor al éxito; y, el temor a la desaprobación o la crítica. Vamos a abordar en este cuarto documento, que es continuación de los anteriores:
1) EL SENTIMIENTO DE PRESIÓN, DE LAS OBLIGACIONES, Y EL RESENTIMIENTO: El sentimiento de presión guarda gran relación con las exigencias que nos establecemos. Es importante que analicemos en nuestra vida con cuántas cosas nos sentimos constreñidos, creyendo que si no cumplimos con esas demandas algo grave o catastrófico nos va a suceder o les va a suceder a nuestros seres queridos. Presta atención a tu diálogo de los “tengo que”, de los “debo”, o de los “hay que”. Una persona constreñida es una persona estresada y, por lo tanto, proclive a padecer enfermedades. El padre tiránico interior hay que transformarlo en un padre comprensivo, acompañador y que me aporta tranquilidad. Las tareas que nos aparecen se nos convierten en cargas insoportables, y, si las postergamos, el padre tiránico nos castiga diciéndonos que somos unos inútiles, incompetentes, indeseables, etc. Nos convertimos en unos resentidos de nosotros mismos. Sé consciente de que ese ser que tienes ante el espejo está contigo, te acompaña, y muchas veces se siente desvalido. Por lo tanto, sé agradecido con él.
2) LA BAJA TOLERANCIA A LA FRUSTRACIÓN: La frustración surge cuando generamos expectativas muy altas, en relación a nosotros mismos, a los demás y a las situaciones que vivimos. Cuando creemos que debemos resolver problemas y alcanzar metas con rapidez y facilidad, en lugar de una forma más a medio o largo plazo, y de una forma escalonada, nos venimos abajo. Esta baja tolerancia a la frustración tiene que ver con la Creencia de que las cosas tendrían que ser más sencillas y fáciles, porque, de lo contrario, la vida es desastrosa e indeseable. En las generaciones actuales hay más disposición a generar esa frustración porque los padres, muchas veces, de forma errónea, resuelven muchas situaciones a los hijos, en lugar de educarles en el afrontamiento de las situaciones y en la idea de que nuestro crecimiento implica trabajo, dedicación, perseverancia. Una persona con baja tolerancia a la frustración tiene mucha disposición a caer en depresión, al abandono de las situaciones cuando estas se ponen algo cuesta arriba. Es el llamado “síndrome del derecho”. Hoy podemos observar a muchos seres que de forma insistente hablan de “sus derechos”, pero poco hablan de “sus obligaciones o compromisos”. Las personas que padecen baja tolerancia a la frustración, también, están fácilmente dispuestas a la queja.
3) LA CULPA, AUTOACUSACIÓN: Hay que modificar de forma persistente nuestra tendencia a hablar de “culpas”. La palabra culpa tiene que ver con “intencionalidad”, o, mejor dicho, “mala intencionalidad”. En general, las personas no queremos hacer las cosas de forma errónea, ineficaz, imperfectas, por lo tanto, sí somos responsables de los resultados, pero no culpables. Cuando nos culpabilizamos, generamos sentimientos de baja autoestima y adoptamos posiciones de abandono y no afrontamiento.
El no hacer nada genera un flujo de pensamientos de desidia, de malestar, de incompetencia, de intolerancia. Somo seres dinámicos y sabemos que hacer cosas significativas, promueve sentimientos de agrado, de disfrute, de competencia, de bienestar.
En los próximos escritos os indicaré algunas propuestas para trabajar que os será de gran ayuda.
Un fuerte abrazo.