domingo, 28 de mayo de 2023

domingo, 28 de mayo de 2023

El especialista

Todo lo que das, te vuelve
Inma

Final de la Euroliga de baloncesto entre el Real Madrid y el Olympiacos. 

A falta de unos segundos Real Madrid pierde por uno. El entrenador pide tiempo muerto y marca en la pizarra una jugada.

Se reanuda el partido, Sergio Llull recibe el balón, lo aguanta, elige un momento y un punto de la cancha. Se para, se eleva como quien tiene el poder de detener el tiempo y desafiar la ley de la gravedad, coloca el cuerpo, las muñecas, lanza un tiro en suspensión con la dirección y la potencia exacta.  ¡Cuántas decisiones en segundos!  Canasta. El Real Madrid se proclama campeón.

Cada uno de nosotros también jugamos finales porque somos deportistas de élite del día a día y el fichaje estrella del mejor equipo del mundo, el nuestro.

Aunque cuando la vida nos marca una jugada no siempre estamos a la altura. A veces acabamos de suplentes, fingimos una lesión o le pasamos la bola a otros.

Lo mejor de la jugada no es la victoria, sino todo el trabajo previo para llegar ahí, la confianza del equipo, el compromiso, creer y arriesgarse.

¿Qué hubiera pasado en caso de fallar? Se hablaría quizá de cambio de ciclo, de que Llull está mayor que tendría que haber tirado Tavares, que el entrenador no es para el Real Madrid. Opiniones.

La jugada se hubiera difuminado en la memoria, en pocas horas cambiaríamos de tema. No es tan terrible fallar, ni tenemos tantas personas pendientes de nuestros movimientos como pensamos.

Por eso es mejor que el miedo no juegue el partido de nuestra vida, porque peor que fallar es no competir.