miércoles, 15 de febrero de 2023

miércoles, 15 de febrero de 2023

Esquelas

Yo y mi circunstancia
Juan

Ya la palabrita suena mal, suena a muerte, a dolor, a sufrimiento. Dice la RAE que esquela es la tarjeta o el papel en que se notifica la muerte de una persona y el lugar, día y hora del entierro. Yo relaciono más la esquela al periódico, aunque últimamente Internet se lleva la palma de la información mortuoria dado que la gran mayoría de los tanatorios publican las esquelas de los finados que se velan en sus salas.

¿Sabías por qué las esquelas en los periódicos impresos en papel van hacia el final de la publicación? Pues sí, porque es de lo más leído, y está demostrado que la gran mayoría de los lectores empiezan a hojear u ojear (depende si pasas hojas o sólo echas un ojo), por el final. Al final del ‘papel’ viene la agenda con la programación de la tele, los cines, los sudokus, crucigramas y jeroglíficos, la sección de deportes… Lo dicho, lo más interesante de toda la información que contiene el periódico.

Pero las esquelas conllevan otro sustantivo añadido: morbo. Sí, el morbo o la curiosidad sobre la edad que tenía el fallecido, si tenía pareja, hijos, hermanos, nietos (vivos o muertos). Hay gente que colecciona esquelas por el nombre, el apellidos o por alguna nota curiosa que contiene la necrológica. Un ejemplo es la notita al final de la esquela que advierten que se abstengan de acudir al funeral a los familiares que no han mirado nunca por el muerto. Mi tío Pepe era lo único que miraba del periódico, las esquelas. Su único comentario solía ser: “qué mayor” o “qué joven”. Como el chiste: murió y al día siguiente salió publicada su esquela, pero no estaba allí para leerla. Cosas de la vida o, más bien, de la muerte.

Cuando leemos una esquela nos llegan pensamientos comunes a nuestra cabeza. Si viene la edad puesta, lo que hacemos es comparar a la nuestra para comprobar si hemos superado esa barrera o aún no. Casi siempre tendemos a decir que era demasiado joven para morir, porque la fecha de caducidad no la llevamos en la suela de los zapatos como los yogures. Si supera los 90 años o los 100, como ya empezamos a ver más muy menudo, pensamos que ya tuvo una vida suficiente y quizá le hubiera sobrado ‘la prórroga’, muy a pesar de sus familiares cercanos.

Otro de los pensamientos que nos invaden cuando leemos los nombres de los familiares del fallecido, más si es ‘joven’, entre tantos que de dos años para acá mueren de ‘repentinitis’, es sentir lástima de ellos, pues son los que están sufriendo realmente la pérdida de ese hombre o esa mujer... no te digo ya de un niño. A partir de ahora sólo quedará el vacío, la ausencia y el recuerdo. Si eres tú el que sale en ese listado de familiares, lo siento de verdad, pero alguna vez tenía que ser. Lo sabías. Pero cuando llega el momento es duro, no queda otra que pasar el trance, sufrir y enfrentarte a pasar el necesario duelo.

También nos interesa saber si será enterrado o incinerado, pues muchos de nosotros no tenemos claro qué preferimos para cuando se nos pare la patata. Unos dicen que les da exactamente igual lo que hagan con su cuerpo una vez las haya ‘espichado’, pero a otros es algo que no nos es indiferente. Siempre puedes hacer un testamento vital ante notario donde quede bien dichas las cosas; también puedes dejarlo por escrito a alguien de tu confianza (te ahorras el notario) o puedes decirlo ‘in voce’ a algún confidente que sepa respetar tu última voluntad.  

No recuerdo si os dije ya que yo ya sé el día que me voy a morir. Me lo dijo uno de mi pueblo y acertó. Escrito está, es de ley. ‘Al día siguiente de la víspera’. No falla.

Asín sea.