AUSENTE
Mientras cuelgan las membranas del
silencio, el viento se hacina en la cuenca de sus ojos, atrincherados en la
luna. Ovejas, como torpes bailarinas, atraviesan los cercados de la noche e
invaden los posos del café. Nadie sabe como duele el silencio que se esconde
entre la retoma jorobada que bosteza bajo el cielo de papel. Todo el mundo
camina con los ojos cuesta abajo, eludiendo el cuchicheo de los espinos que
buscan el consuelo y la piedad en las sombras de la noche. Son espíritus de
castaños que acunan entre sus brazos los
suspiros de los grillos que escribieron partituras en la infancia. En el quicio
de la puerta, el sol se desnuda lentamente.