
Querido blog, otra temporada dejo correr la tinta para que de forma a nuevos sentimientos. Esta vez desde el sillón de un hospital, porque la vida no siempre es cómoda, a veces nos da tardes de playa y helados de dos bolas y otras no.
En ocasiones toca acompañar en el dolor, hacer silencios que digan sin decir: aquí estoy.
Poco a poco comprendo que todo pasa y deja poso. Nuestras almas se van cubriendo de surcos como los que dejan las olas en la arena, como los que dejan las lágrimas que abrasan la piel. En medio de la noche se difumina la frontera entre una respiración entrecortada y mis miedos.
Han pasado muchas cosas desde que nos conocimos, querido blog. Me enseñaste que se puede viajar sin moverse del sitio, que la felicidad no siempre viene de la acción, que si crees, creas y me lo tomé tan en serio que le di a mi caos forma de libro y “Las palabras son el viaje” ya es una realidad, un viaje de ida, un andén que acoge a todos los pasajeros que lo deseen.
Me enseñaste compromiso y constancia, me enseñaste a seguir, seguimos.