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¿Cómo empezar a hablar de algo que no tiene final?
Después del primer módulo del curso Desarrollo Personal, estaba expectante y reconozco un poco ansiosa, por adentrarnos en la segunda parte, ya que Juan nos había adelantado que entraríamos en la dimensión espiritual del ser humano.
Con este texto no pretendo apuntar al sistema terapéutico que actualmente abunda en el sector de la salud mental de nuestra sociedad contemporánea (no soy profesional del ámbito, ni mucho menos), pero sí me gustaría señalar que, en base a mi experiencia, orientar a las personas en primer lugar a esa dimensión espiritual que todos portamos (es lo que nos da vida, nadie puede estar extinto de ella), hace que la apertura y elección de las conductas sea natural por necesidad.
Me gusta referirme a este curso con la expresión “caerse del guindo” porque parece realmente que ya no tienes ninguna excusa para seguir agarrado a una forma de pensar y de actuar con la que, al fin y al cabo, no estamos del todo cómodos. Según de alto nos hayamos instalado, más dura puede ser la caída, pero que no cunda el pánico: ahí abajo nos veremos todos tarde o temprano. Algunos siguen subiendo, otros están a punto de perder su ilusorio equilibrio ahí arriba, otros creen que la vida es estar cuanto más alto mejor y otros se regocijan ya en el barro.
Y en realidad todos los procesos son dignos de amor y ésta, si no me equivoco, es la labor del TE. Pero no quisiera desviarme demasiado.
Para amar tu propio proceso has de verlo, has de dedicarle atención para al fin sentir que hay algo más. A ése algo más le podemos llamar intuición, esperanza, inteligencia universal, fe… como se quiera. Cómo de conectados estemos con lo intangible determinará gran parte de nuestras decisiones y si nos atrevemos a cruzar esa puerta, no habrá día que la vida no nos esté ofreciendo material para ver más y más cada vez. Al parecer la vida busca ser vista, ¿quién sabe? Así de grandes somos.
Ahora que he sentido todo esto, ahora que me siento parte de la vida (¿cómo no voy a ser parte?), ¿cómo continuo? Aquí es donde la cantidad de herramientas ofrecidas en el curso se comportan como un bote salvavidas para que, si pierdes la perspectiva, seas capaz de regresar una y mil veces a tu estado del Ser original con conductas cargadas de coherencia y orden prácticamente universal. Somos la fuente inagotable. Se renueva cada vez que nos vaciamos. Quizá nuestra mente conceptual no pueda comprenderlo, pero el prisma con el que hoy observo es diferente: veo cómo caigo una y otra vez en la tentación de creerme separada del resto y regreso a mí, más despacio o más deprisa (ya carece de importancia) para dedicarle atención y amor a la propia vida que me habita, que no tiene opuesto, que ni siquiera necesita de una misma para continuar su baile eterno, alegre.