martes, 3 de mayo de 2022

martes, 3 de mayo de 2022

Sordociegos

Yo y mi circunstancia
Juan

Hace unos 30 años tuve la suerte o más bien el privilegio de pasar una jornada con un grupo de sordociegos que vivían entonces en Madrid. Fue durante una sesión de grabación en vídeo de un reportaje de mi hermano Raúl para la ONCE sobre la vida de este colectivo tan especial. 

El escenario no podía ser mejor, el Monasterio de San Lorenzo del Escorial, donde el grupo que había llegado en autobús iba a conocer este edificio de la forma que ellos saben hacer. Un sordo tiene el lenguaje de signos; un ciego cuenta con el oído para imaginarse lo que tiene delante, pero… ¿un sordociego cómo se informa de lo que está ocurriendo?, pues con su lenguaje particular que no es otro que la escritura sobre la palma de sus manos de una persona hablante. Siente a través del acto. También utilizan los cinco dedos de esa mano para formar letras y palabras. Quizá nunca te lo planteaste, igual que yo no tenía ni idea en su día de que existían personas así ni de cómo se comunicaban.

Llegado a este punto quiero que empatices con un sordociego: cierra los ojos y tápate los dos oídos todo lo fuerte que puedas e intenta moverte o hacer algo coherente……

¡Jodido eh!

¿Qué no te has atrevido a hacerlo? No pasa nada.

Aquel día hablé con algunas de estas personas escribiendo en su palma y ellos escribiendo sobre la mía. Me parecía increíble y al mismo tiempo me invadió un sentimiento de ternura. Más increíble fue cuando supe que varios de estos sordociegos estaban viviendo juntos en un mismo piso en Madrid. Así lo pudo grabar Raúl, por ejemplo haciendo la comida (huevos fritos) o en los quehaceres diarios de estos hombres, mujeres y niños… que también los hay, aunque tú no te des cuenta cuando te cruzas con ellos por la calle. No se esconden en una burbuja ni lamentan su desgracia ocultándose en casa. Quieren vivir y viven, creo que incluso con más ganas y con menos prejuicios que el resto de la sociedad. No hace falta que te diga que fue una experiencia extraordinaria que ha hecho que sea mucho más sensible con aquellas personas que les falta alguno de los cinco sentidos. Es triste perder una pierna o las dos, un brazo o los dos o ir en silla de ruedas, pero lo realmente triste es no poder comunicarte con tus semejantes con un poco de normalidad. Estas personas logran adaptarse a lo que les ha tocado vivir. Lo hacen.

El consejo de hoy es que cuando estés cerca de un sordo, de un ciego, de un sordociego o de un manco (si le faltan los dos brazos no podrá acariciar ni tocar a no ser que lo haga con el pie como hay alguno que incluso pinta) no te limites a sentir lástima, sino que te comuniques de la forma que puedas con esa persona, deja la vergüenza y la timidez aparcadas y trata de empatizar. Si no les importa, abrázales también. Ellos lo necesitan más que tú.

Asín sea.