miércoles, 23 de marzo de 2022

miércoles, 23 de marzo de 2022

Respirar

Vivir para contarlo
Ana Cristina López Viñuela

Tengo la suerte de contar entre mis amistades con Cristina Pérez, una experta en yoga y pranayama, el conjunto de técnicas respiratorias que conducen a la concentración y el control de la energía vital o prana. Contaba el otro día en una clase que los antiguos maestros indios dicen que nuestro primer acto como seres vivos es inhalar aire y el último es exhalarlo. Y que cada uno nacemos con un número de respiraciones asignadas, pero de nosotros depende si las gastamos con ansiedad o las apuramos con calma, disfrutándolas y haciéndolas durar.

A fin de cuentas, respirar es tomar algo del exterior, nutrirse de ello y expulsar los residuos. Los animales inspiramos oxígeno, pero las plantas emplean dióxido de carbono para realizar la fotosíntesis. Lo que es venenoso para unos es vital para otras, lo que “sobra” a unos seres es lo que otros precisan. Los contrarios buscan armonizarse para llegar al equilibrio del conjunto.

El medio ambiente es el que es, más o menos contaminado. Podemos elegir dónde vivimos y está en nuestras manos cuidar de nuestro entorno, pero muchas veces nos toca “aguantarnos” con lo que hay, ¿seremos capaces entonces de convertir un contexto hostil en uno favorable, para nosotros y para los nuestros? ¿O solo queda resignarse a la decadencia y la destrucción?

Pues igual sucede con las circunstancias personales. Hay factores que podemos cambiar, pero otros no dependen de nuestra voluntad. Hay que contar con la libertad de los demás, que no siempre van a actuar como deseamos o en nuestro interés. Y con el propio curso incontrolable de la vida. Pero nuestra actitud interior, para sacar provecho de las situaciones aparentemente desfavorables y “crear” cerámica del fango o iglús del hielo, haciendo de la necesidad virtud, eso sí que es genuinamente humano. Y es lo que ha conducido al desarrollo de la especie.

Creo que todo lo que existe forma un ecosistema global, con sus propias normas y en el que cada cual representa una función, de mayor o menor “relumbrón”, pero todas imprescindibles. Y, por una parte, “somos” ese papel que se nos ha asignado pero, por otra, cada individuo forma parte del conjunto, como la ola es el mar. A fin de cuentas, ¿mi radio de acción termina con el límite de mi piel? ¿O formamos entre todos una red invisible de influencias recíprocas, siempre en equilibrio inestable, donde cada acto implica consecuencias globales?

Pues ya que vivimos y nos quedan aún varias respiraciones pendientes, seamos conscientes de cada bocanada de aire, cada buche de agua y cada mordisco de alimento, ya sea físico o espiritual. Y agradezcámoslo. Ya están las cartas repartidas, ahora toca jugar. Ninguna circunstancia es tan devastadora que no permita disfrutar de algún placer o ejercer una influencia positiva en el devenir de la vida. Tal vez seas una pequeña mariposa, como yo, pero cada vez que agitas tus alas se conmueve todo el entramado de la vida. Respira consciencia y busca encontrarte en armonía con todo lo que es, con todo lo que eres, porque no solo será bueno para ti.