
Por esos padres que ponen buena cara año tras año cuando les regalas la corbata. Por los que dan pocos consejos, buen ejemplo y caminan a tu lado.
Por esos padres que te permiten volar cuando llega tu momento dejándote claro que siempre serán la pista de aterrizaje si va mal tu vuelo.
Por los que se les empañan los ojos cuando consigues un logro y tragan saliva para disimular porque les dijeron que los hombres no lloran. Por los que hacen de taxistas y por los que no se pierden ninguna función del colegio.
Por los que marcan límites y ponen hora para llegar a casa, y recuerdan hacer la cama y los deberes, y cepillar los dientes, y acostarse a la hora, y comer fruta, y felicitar a la abuela.
Por los que se interesan por tus amistades, cambian pañales, presumen de hij@s en el bar. Por los que juegan al fútbol y a las muñecas y se esconden por la casa, siempre en el mismo sitio, para que les encuentres y puedan darte ese susto con sabor a cosquillas.
Por esos padres que hacen horas extras pero siempre entran por la puerta con una sonrisa agitando las llaves y diciendo: ya estoy en casa, y cenan sin el móvil mientras charlais de cómo ha ido el día y esa noche cuentan con la energía que les queda el cuento más largo sin saltarse ninguna página.
Por los que no quieren que seas como ellos, ni como ellos no pudieron ser; sólo quieren que seas feliz.
Por los que olvidan los recados, se equivocan con la marca de yogures y no recuerdan ninguna fecha de cumpleaños. Por esos que no quieren resolverte la vida porque saben que caerse es obligatorio y de levantarte harás un arte.
Por esos padres que con la mirada cansada te cogen la mano con su mano arrugada y sin palabras te dicen te quiero. Por los que ya no vemos pero nunca se irán de nuestro corazón mientras les recordemos.
Por esos padres que al caer la noche salen al balcón para mirar al cielo y allí está su estrella, la más brillante, alumbrándoles el camino de la vida mientras susurra:
¡Felicidades papá!