martes, 15 de febrero de 2022

martes, 15 de febrero de 2022

El buen observador

Yo y mi circunstancia
Juan

La de observador es mi afición favorita. Me encanta observar a los animales cuando estoy en el campo, distinguir unos de otros, sobre todo las aves que hay tantas y variadas. Para ello frecuento los observatorios, pero también observo mientras paseo, trabajo y hasta si viajo en mi coche, pues realizo avistamientos bastante interesantes, aunque vaya deprisa. 

Pero más que a los animales me gusta observar a las personas, ver sus rostros, sus ojos (últimamente un poco mal con el tapabocas) imaginar su estado de ánimo, escuchar algún trocito de conversación si están en la calle hablando con algún semejante. Es muy enriquecedor. De verdad que no lo hago para criticar ni para alimentar un sentimiento negativo. Disfruto observando. Simplemente observo. Me podía autocalificar de mirón, de curioso e incluso de algo indiscreto y un poco descarado. 

¿Cuál es el mejor aliado de una buena observación? El silencio. Si estás enfroscado en una conversación/discusión es imposibles que escuches algo nítido y que te des cuenta de lo que está pasando a tu alrededor. Ojo, que no digo estar o vivir en soledad, sino practicar el silencio, que es bien distinto. Yo digo: “Quien mucho habla, poco escucha y quien poco escucha les interesa un pimiento los demás”.

En los momentos de silencio total es cuando he podido percatarme de cosas que hablando se me escapan. Estando callado por dentro y por fuera (creo que no hace falta que te explique la diferencia) he encontrado siluetas de nubes fantásticas, me he fijado en matrículas de coches curiosísimas (verdad Toño Chocolate), he distinguido lo real de lo simulado y la verdad de la mentira, algo más frecuente en las personas y en sus hechos de lo que imaginamos. Lógicamente cuando observo estoy como ausente que diría Cernuda, no hablo ni consulto el teléfono portátil, como hace ahora la mayoría de la gente a todas horas, da igual que esté solo o en compañía, en un bar, en la calle o en un gimnasio (lo repugno). El móvil (yo también soy móvil, pues me muevo), creo que ya lo he dicho aquí antes en esta página, es el aparato más endiablado y perverso de los que ha inventado el humano y que nos ha podido caer encima, sumado claro está al artefacto de la televisión. Entre los dos artilugios han ido acabando con las relaciones sociales, pero con las relaciones de verdad, no las del postureo que son las Redes… Sociales. “Es que ahora se puede quedar con la gente mejor que antes”. ¿Antes no quedabas igual y no te perdías sin el Google Maps? ¿No querrás decir que ahora puedes ejercer más control con el teléfono y hacer parecer lo que realmente no eres? ¡Pobres jóvenes nuestros! ¡Están en sus manos!

No hace falta que utilices prismáticos para ver lo que normalmente no ves. Da igual que el objeto a observar esté lejos o delante de tus narices. Observa desde tu atalaya particular, hazlo en silencio y disfruta de tus descubrimientos, verás que es muy enriquecedor. Tampoco hace falta que vayas corriendo a contar a todo el mundo lo que te encuentras, lo que hayas visto o escuchado, aquello que te haya llamado la atención. Analízalo, memorízalo y quédate con ello en el balón de serrín que llevas sobre los hombros y donde se puede almacenar hasta el infinito y más allá. No hagas una foto y lo metas en tu Insta porque entonces la habrás cagado. Te aseguro que desde ese momento todo lo observado, igual que lo vivido, pasará a formar parte de ti mismo, de tu propio ‘TESORO’.

Asín sea.