El día 25 de septiembre se celebró la Feria internacional del voluntariado. Asistí para dar visibilidad a nuestra asociación Teléfono de la Esperanza de León. Lo que en principio se presentaba como una mañana gris acabó con una tormenta de esperanza.
Por una necesidad quién sabe si ancestral de controlar las posesiones y mantenerme al salvo permanecí bastante tiempo en un segundo plano, secundando y repitiendo mecánicamente los argumentos que exponía Mercedes a las personas que se acercaban a nuestra mesa.
Con el paso de las horas fui ganando confianza y me dispuse a explorar el territorio. Había muchas mesas informativas, cada una de una asociación, unas más austeras, coloridas otras, todas con algo en común, las ganas y la ilusión por estar visibilizando esa mañana el arduo trabajo del día a día. Unos proyectos en los que de forma voluntaria miles de personas dejan alma, vida y corazón.
Después de hacer el recorrido volví a nuestra mesa y no es por barrer para casa, que también, pero llegué a la conclusión de que sin salud emocional cualquier área de la vida se vuelve tenebrosa. La esperanza nos permite meter un poco de luz en el espacio oscuro de nuestra mente hasta que encontremos el interruptor y nos hagamos por fin dueños de nuestra vida.
Ser voluntario es ir más allá, es recoger la antorcha de la esperanza que nos sobra y regalarsela al mundo. Por eso me atrevo a decir que la esperanza es la piedra angular del voluntariado, siempre seguida muy de cerca por sus amigas; la escucha activa, la resiliencia, la autoestima, la empatía, la paciencia y la perseverancia.
El Teléfono de la Esperanza celebra su 50 aniversario, suelo preguntarme si realmente sirve nuestra labor, qué mas se puede hacer, seguro que mucho, pero sólo con que llegáramos a una persona ya mereció la alegría dedicar la mañana a la causa.
Los problemas de uno son problemas de todos, cuando entendamos esto no harán falta voluntarios.