
En la época de los romanos el comienzo del año en occidente estaba marcado el 1 de marzo, en la actualidad se celebra el 1 de enero. No obstante, coincidiréis conmigo en que no sorprendería su inicio en septiembre.
Estrenamos un mes de transición que nos aleja con paso corto de los días largos y las noches de estrellas fugaces. Que deshoja tardes al fresco y reencuentros con los que nunca se fueron.
Ya sin el olor a bullicio de las barbacoas ni fotos de pies en la arena nuestra mente vuelve a enfocarse en nuevos retos y antiguas rutinas. En mochilas para el cole, en prisas y en las manos que se calientan con castañas asadas.
Nos resistimos a creer que "todo pasa" si nos toca enfrentarnos a alguna adversidad, pero si algo consigue el verano es ponernos de acuerdo cuando afirmamos que las vacaciones son cortas y se van volando.
Septiembre propone cambiar la paleta de los tonos luminosos para dejarse envolver por colores más cálidos. Invita al recogimiento mientras ponemos a buen recaudo la cosecha que nos permita pasar un invierno confortable.
Este es el tercer año que participo con una entrada semanal en este blog. Os doy las gracias a los que me leéis cada domingo, a los nuevos seguidores y los que permitís que exista este punto de encuentro. Me mantengo fiel a mi estilo, dejándome llevar por las emociones y cada día más convencida de que todo lo que das te vuelve.
Lo mejor de las nuevas etapas es la oportunidad de reinventarse y un otoño de senderos ocres y hojas en blanco es el mejor escenario para seguir creciendo juntos.