Mercedes, presidenta del Teléfono de la Esperanza, es de esas personas que no necesitan presentación. Conocerla fue especial, me hizo sentir a salvo. Tenerla delante te transmite cercanía y amabilidad, pero también firmeza. Enseguida notas que a ella no se la vas a colar con las disculpas que te pones diariamente para no hacer las cosas; aquí le llaman procrastinar…
Hace más de treinta años tuvo un accidente de tren; el tren no frenó y a ella le descarriló la vida. Y el golpe dolió, pero lo que no te mata te hace crecer, te hace más fuerte, y hasta el siete se puede convertir en tu número de la suerte; aquí le llaman resiliencia…
Podría haber elegido “apearse” de la vida, aparcar su flamante “Mercedes” y seguir su viaje en un patinete, en un vespino o tal vez en un Sinca 1000. Pero no lo hizo, seguro que fue difícil, pero mereció la pena.
En esencia ella lleva a la práctica la filosofía de la madre Teresa de Calcuta: “que nadie se acerque a ti, sin que al irse se sienta un poco mejor y más feliz”.
Mercedes, gracias por elegir ser ejemplo y hacernos sentir que la valentía, a veces, es una voz suave que te susurra al comenzar el día “vamos a intentarlo otra vez, tú puedes”.
Esta reflexión la escribí hace tiempo para mostrar mi reconocimiento, admiración y gratitud a la persona que me abrió la puerta del Teléfono de la Esperanza en 2018. Hoy me viene perfecta para cerrar un ciclo. Me quedo con tu decisión, con tu fuerza. Me quedo con tu diccionario lleno de palabras tachadas. Me quedo con tus "para qués", con las lágrimas detrás de una gafas de sol, porque sobre todo eres persona. Me quedo con la emoción de Jose cuando te escucha.
Siempre serás esa mujer sinónimo de Esperanza que no necesita presentación.