jueves, 1 de abril de 2021

jueves, 1 de abril de 2021

Campanas prohibidas

El rincón del optimista
Juan

Hoy es Jueves Santo, el día que recordamos la crucifixión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo. Y hoy me viene a la cabeza un recuerdo de la infancia de una Semana Santa cuando yo ejercía de monaguillo en mi pueblo, una añoranza que quiero compartir con vosotros.

Como buen y disciplinado monaguillo, una de mis labores cotidianas de los domingos era la de tocar las campanas como aviso previo a la celebración de la misa. En realidad, era un esquilín el que se accionaba con una cadena larga desde debajo del coro donde se solían colocar los hombres y los mozos durante la Eucaristía. Aquella tarde de Viernes Santo mi madre me mandó que fuera para la iglesia. Siempre era el primero, bastante antes de que llegara el cura, Don Secundino. Como siempre, llamé en casa de mi tía Flore, le pedí las llaves de la iglesia y me dispuse a tocar el esquilín como hacía cada mañana de domingo. Supongo que iría pensando en mis cosillas, en mis pájaros, en mis correrías por el pueblo, en mis juegos a indios y a vaqueros… que no caí en la cuenta de que en Viernes Santo está prohibido tocar las campanas, pues Nuestro Señor está muerto y se supone que el silencio lo debe inundar todo. En su defecto, los monaguillos debíamos recorrer las calles del pueblo con las carracas de madera llamando a la oración, a los Oficios, a los fieles devotos. Ni me acordé de las ruidosas carracas.

Ahí vi llegar alarmada mi tía Florencia, brazos en alto, pidiéndome que cesara con aquel sacrilegio. Entonces caí en la cuenta de mi error y rompí a llorar desconsoladamente. Imagino que esperaba un castigo divino de nuestro Redentor por haber cometido tan humillante tropelía, haber tocado las campanas un día antes de que Jesús hubiera resucitado. Todo quedó en una anécdota, un recuerdo de monaguillo novato que se recordará en el pueblo por todo aquel que tenga memoria cristiana.

Yo, por mi parte, he dejado de esperar que nadie me castigue por haberle puesto un poco de sonido de cobre y estaño fundidos en aquella recordada y bendita Semana Santa. Porque tampoco creo que fuera para tanto saltarse una norma no escrita que nadie en el pueblo, que yo haya sabido, se la hubiera saltado antes.

Asín sea.