Algunas personas hacen del tropezar, un arte. De "defender sus principios" y "es que yo soy así", una filosofía de vida que repiten a capa y espada a pesar de obtener resultados alejados de sus deseos.
Las llamaré personas volcán. Acumulan magna en forma de pensamientos, palabras y creencias heredadas que no se han molestado en contrastar. Viven en el pasado o en el futuro. Se retroalimentan de quejas, exigencias, culpa, ira, frustración y ansiedad. Se dicen que "no pueden", que "todo es horrible", que "nadie las quiere", que "es injusto", que "es muy difícil". Se centran en lo que les falta y no disfrutan de la belleza del paisaje.
Cuando están empachadas de sí mismas entran en erupción. Toneladas de lava se deslizan ladera abajo arrasando sueños, relaciones y promesas incumplidas.
Es paradójico que sea en este momento cuando más gente se les acerca, fotografías, comentarios y vídeos dan la vuelta al mundo. Su llamada de atención parece funcionar. El minuto de gloria.
Tal vez este espejismo las haga creer que dormidas no valen nada y pongan en marcha de nuevo los mismos mecanismos para activarse. Poco a poco dejarán a su paso manipulación, devastación y una lluvia ácida que calará hasta los huesos.
Entrarán en una espiral que les instalará en un incendio constante y sin público acabarán calcinandose por dentro.