jueves, 10 de diciembre de 2020

jueves, 10 de diciembre de 2020

La abuela Paz y el miedo

Ventanas al sol
Ana Cristina Pastrana

El coronavirus se había llevado a su prima Leonor y a su cuñado Marcelo. Estaba segura de que vendría a por ella. A sus ochenta y siete años, vivía de espaldas al mundo, encerrada, como en una armadura, en aquella casita que su Juan y ella habían comprado con tanto sacrificio.

No quería abandonarla. Allí estaban sus recuerdos. Su nieto Andrés le dejaba, cada semana, la compra en la puerta, junto con un ramito de menta, cuyo olor la encantaba. Ella, con lágrimas en los ojos, le enviaba besos, tras la ventana.

No se atrevía a pisar la calle. El bicho no respetaba ni la iglesia. Por la tarde, tras limpiar la casa a conciencia y escuchar las tragedias que contaban en la tele, amarrada al rosario, contemplaba a los niños, que salían de la escuela, tristes y amordazados. Olvidada de su propio miedo, la abuelita Paz comenzó a disfrazarse para divertir a los niños.

Dejó de limpiar para idear el disfraz. El primer día se fijó una niña rubia y sus ojos sonrieron. El segundo ya tenía cuatro seguidores en su ventana y el cuarto, toda una clase. Hoy llueve y los niños no se detienen, apenas si saludan.

Ella está un poco triste. Su nieto, que le ha dejado la compra, le envía un beso, mientras, sorprendido, se fija en el cartel que cuelga del alfeizar de la ventana: AQUI VIVE LA ABUELA MÁS DIVERTIDA DEL MUNDO.