Ventanas al sol
Ana Cristina Pastrana
Desde siempre nos han educado considerando que el deseo es algo complejo, lleno de peligros y que se debe contener.
El deseo te pone en la posibilidad de ser, en lugar de la esperanza. El deseo es el lugar del individuo, las necesidades, el lugar del rol social. Por esta razón, el deseo siempre ha sido visto como algo peligroso, temible, porque abandera la individualidad, la construcción de la libertad y constituye el lugar de su elección.
La endoculturización recibida nos paraliza, obedeciendo no a nuestros intereses, sino a otros bien distintos. La institución teme al deseo porque destruye su organigrama. El poder, desde siempre, se ha aferrado a lo institucionalizado, condicionando al sujeto en base a las necesidades colectivas, confundiendo los intereses de la institución con los del sujeto y vendiéndoselos como bienestar. Ese afán de formatear al individuo con un discurso de perpetuación supone ei establecimiento de principios incuestionables que se elaboran desde el campo moral, estableciendo los conceptos del bien y del mal con omnisciencia y vendiéndolos, a través de los medios de comunicación, como necesidades básicas. El lugar de las necesidades es el lugar que la imaginación y la manipulación diseñen para sus propios intereses; la publicidad es buena muestra de ello. El poder siempre ha intentado hurgar, moderar y manipular el comportamiento de la intimidad a través de los medios. Es consciente de su capacidad para crear sujetos que responsan a sus premisas. El discurso de poder va contra la vida, el respeto, la libertad y la capacidad del individuo en cuanto a su realización y su autodeterminación.
El deseo es el lugar, la fuerza que nos invita a ser, a desplegarnos, a realizarnos, a construir nuestra libertad e individualidad. Todos los productos de la humanidad han nacido del deseo, las obras de arte y las patologías.
Tal vez el deseo sea un buen lugar desde donde cada uno pueda medir lo dado, lo institucionalizado, lo establecido y estandarizado, de manera que sea evaluado positivamente en cuanto suponga un crecimiento en el individuo y en su capacidad de ser.