Creciendo en el amor
Juan Fernández Quesada
Quien se mira en aguas turbias y en movimiento, no se puede ver. Para poder vernos debemos estar serenos, en paz, y limpios.
No es en vano el que los ansiolíticos sean los medicamentos que más se venden, vamos a todos los sitios corriendo, apresurados, con una programación exhaustiva. Cuenta Rafael Santandreu en uno de sus libros que, el problema de las personas que llegan tarde a las citas, es un problema de ansiedad.
Dice que la persona con ansiedad, si tiene una cita, y llega con algo de antelación, no soporta tener que esperar, aunque sean 5 minutos, y algo de verdad hay en ello. Mis clientes que tengo y he tenido tratan de llenar sus agendas todo lo que pueden sin dejar ni un minuto desocupado. Eso es ansiedad generalizada.
Somos capaces de sentir envidia de una persona que se relaja y disfruta tranquilamente sin hacer nada (aunque “nada” es imposible hacer), pero estando relajados, escuchando una melodía, sintiendo el sol en nuestro rostro, notando la brisa que nos acaricia, escuchando el murmullo del viento, o el sonido de un pajarillo; pero no nos damos ese tiempo, ese espacio.
Nos alarmamos pensando “lo que nos ha impuesto la sociedad”, sin ser conscientes que nosotros somos partícipes de esa sociedad y de esa imposición.
Habréis oído que en los países de centro Europa, como Austria y en los países nórdicos se está imponiendo la Cultura Slow Down, una cultura contraria a las prisas, los atascos, el ruido, el estrés, las inmensas horas laborales o escolares, el consumismo, las urgencias, las impaciencias, las agendas repletas. Tan sólo se trabaja para vivir, y no “vivir para trabajar”. Una atención precisa al medioambiente, con energías renovables, aislamientos precisos de las casas para evitar los grandes consumos, ruidos, y el uso de las tecnologías para trabajar desde el hogar, y todo de forma moderada.
Esta situación que estamos viviendo por el Covid-19 nos está llamando a cambiar. Nos llama a abandonar las masificaciones, las carreras. Nos invita a la reflexión, a detener el reloj, a ser más conscientes de lo que tenemos y somos. A hacer más ejercicio de gratitud. Todas las personas a las que trato psicológicamente están pendientes de lo que no tienen, y no se enteran de que lo tienen todo, sobre todo lo más importante. Tienen que perderlo para valorarlo. ¿No es estúpido?
Estos días que he tenido que revisar el Curso de Desarrollo Personal, Módulo 1 del Teléfono de la Esperanza, estaba repasando la parte de las emociones, y hacíamos mención a la película “Del Revés” (Inside Out), que cuenta la historia de una niña, Riley. Va haciendo un repaso de sus recuerdos y cómo van conformando su personalidad, acompañada de sus emociones, sus amigos, Tristeza, Miedo, Ira, Alegría y Asco. Normalmente, Alegría y Tristeza son las que llevan el Control, pero a veces las restantes emociones se hacen cargo de la situación. La película explica muy bien el carácter adaptativo de todas las emociones. Hemos construido un mundo en el que huimos de las emociones desagradables, sin darnos cuenta de que son siempre nuestras aliadas. Son las que nos ayudan a crecer, a cambiar. Si fuésemos una tabla rasa emocional, no cambiaríamos, no mejoraríamos. Dice mi amigo Joan Sánchez-Fortún en su libro Conocerme para evitar el Sufrimiento que “el sentimiento no debería estar secuestrado por el pensamiento”. Huimos del sentimiento y dejamos de ser humanos.
Por cierto, os aconsejo compréis este libro de Joan Sánchez-Fortún. Si os es difícil encontrarlo, preguntadme, que lo encontraremos a través del propio Joan. Es de esos libros que uno debe tener en su biblioteca personal, y cerca de la mesita de noche para echarle una ojeada cuando uno quiere templar el espíritu.
Llevo casi 50 años en el mundo de la psicología y cada día estoy más convencido de que, prácticamente, el 100% de nuestros problemas de salud guardan relación con el estrés.
Hoy se está poniendo de moda meditar, pero lo hacemos como la mayoría de las cosas, “porque lo hacen todos”, y no tanto como una forma de vida, de llegar a nuestro interior y desconectar del ruido intenso que tenemos. Mis horas más productivas son las de la noche, cuando todo está en silencio; por eso no me suelo acostar antes de las 2 de la mañana. Ya sé que esto nos lo podemos permitir los jubilados, pero haz en tu agenda diaria “tus momentos de encuentro contigo mismo”. Quien no tiene paz de espíritu está secuestrado en este mundo.
Recuerda los mensajes de sabiduría vistos hasta ahora:
1) Despertar a la necesidad de cambio.
2) Cuestionar el presente.
3) Alimentar nuestras creencias potenciadoras.
4) Confiar en ti mismo y en tu espíritu.
5) Ser una vasija, vaciarte para llenarte.
6) Observa sin distraerte de lo importante.
7) Compromiso con lo sencillo.
8) Equilibrio cuerpo-mente.
9) Ganar en sensación de serenidad.
Hasta mi próximo mensaje de sabiduría.
Un abrazo, aunque sea virtual, pero sí sentido.