El rincón del optimista
Juan
Con tantos días sin poder salir a la calle, con este largo confinamiento se nos está cambiando el ritmo del sueño. Nos acostamos tarde, nos levantamos tarde y nos despertamos a media noche, por lo general, desazonados para comprobar que la pesadilla que estamos viviendo es cierta. Y lo es.
Yo estoy soñando mucho estos días (dormido, pues despierto ya sueño bastante). Sueño nítidamente con gente que ya ha fallecido, pero también sueño con los vivos. La otra noche soñé con un conocido, un fumador empedernido, al que le daba un infarto, pero, aunque no moría se maldecía por no haber dejado el tabaco antes de llegar a esta situación límite. La misma noche soñé que la gente iba desnuda por la calle, sobre todo veía a hombres desnudos y cuando yo preguntaba que si eso no estaba prohibido por escándalo público me decían que lo había decretado el Gobierno y que podían ir en pelota picada igual que la gente podía ir paseando a un perro sin que las fuerzas del orden les pudiera multar. ¡Toma ya!
Todos soñamos cosas aparentemente inconexas y extrañas, pero nada se sueña al azar, todo es interesante para poder interpretar. Lo único que hay que hacer es apuntar en un papelín esos recuerdos efímeros que nos quedan frescos pero que nada más despertar se esfuman al poco tiempo como el vaho del invierno.
Parece que ya tenemos a la vista el fin del encarcelamiento, que pronto podremos comenzar a hacer vida más o menos normal dentro de pocos días. Mientras tanto sigamos soñando despiertos y dormidos que no tiene contraindicaciones y además es gratis.
Asín sea.