El rincón del optimista
Juan

Hace tiempo que descubrí que me gusta ponerme del lado de los débiles cuando empezaron a gustarme los garbanzos negros del cocido que nadie quería y me los echaban a mi plato porque todos en casa sabían que a mí me encantaban. No sé si era por lástima, pero lo cierto es que me los comía, y aún me los como, y me saben riquísimos. No tengo prejuicios con ellos. Es como si comiéndolos realizara una buena acción, antes de que acaben en la basura.
Pasa lo mismo con las ovejas negras del rebaño. Me atraen. Me causan admiración. Seguro que tienen las de perder porque de día el lobo se fijan más en estos ejemplares para intentar capturarlas, con el permiso del mastín, aunque de noche también es verdad que tienen las de ganar.
Cuando me contaban el cuento del patito feo lo pasaba mal viendo cómo se le discriminaba dentro de la pollada y cuando me tocó leérselo a mis hijos intentaba pasar rápido el mal rato que pasaba el pobre patito marginado.
Con el fútbol me pasa algo parecido. Cuando me preguntan de qué equipo soy siempre digo que del más débil, del que necesita los puntos como el comer para seguir en la competición, del que tiene menos presupuesto de plantilla, de los humildes. Si se enfrentan el Madrid y el Barça me da igual quien gane.
Yo, tranquilo, fiel a mi garbanzo negro. Y siempre con los débiles.
Asín sea.