miércoles, 19 de febrero de 2020

miércoles, 19 de febrero de 2020

Profecías autocumplidas

Vivir para contarlo
Ana Cristina López Viñuela

Yo no sé si creo en la astrología, pero me he molestado en profundizar sobre las características de mi signo del horóscopo. Tampoco diría que confío demasiado en adivinos, si bien he acudido varias veces a que me leyeran las cartas o las líneas de la mano. Supongo que con los métodos para predecir el futuro pasa como con las meigas, que nadie cree en ellas, pero “habeilas hailas”.
Lo que sí tengo claro es que la predisposición a que nos suceda algo crece notablemente si estamos convencidos de que va a ocurrir. Por ejemplo, el potro de mi instituto puede declarar ante un juez, sin caer en perjurio, que nunca fui capaz de saltarlo. Dado que no tengo ninguna imposibilidad física, sin duda tuvo que ser un boicot de mi mente, que me auguraba que no podría superar esa prueba. Tal vez habría que revisar el realismo de tantos “no puedo”, “no va a resultar”, “es imposible”… que nos ahogan.
Por otra parte, la interpretación de los hechos posteriores, cuando suceden, está mediatizada por las “profecías” que nos hemos creído. Por poner un caso, hace poco una amiga me manifestó su inmensa habilidad para reconocer, solo unos minutos después de que le hayan presentado a una persona, su carácter y el modo en que va a actuar de allí en adelante. No dudo de su intuición, pero me pregunto si no estará dando a ciertos gestos una intencionalidad que no tenían o si, incluso, no será su propia actitud, movida por sus prejuicios, la causa del comportamiento de los demás. Pues a quien se muestra receloso es probable que se le corresponda con desconfianza, mientras que si se muestra abierto aumentan las probabilidades de que se produzca un acercamiento.
Ahora está muy de moda el eneagrama, con sus nueve subtipos de personalidad, en los que todo el mundo puede adscribirse. Me parece útil si uno se lo toma como una forma de conocerse mejor y de armonizar su personalidad, alejándose de los extremos del diagrama. Pero si el ser un 1 se convierte en una justificación para la intolerancia o para la misantropía ser un 5, todo el sistema pasa a ser una mera excusa para dejarse llevar. Si el identificarme con un arquetipo me va a conducir a no intentar superar aquellos aspectos de mi carácter que están suponiendo una traba en mi crecimiento, sino a reforzarme en ellos, mal asunto…
Que haber nacido un día, a una hora concreta, en un lugar y unas circunstancias determinadas pueda influir en mi vida no lo niego. Tal vez mi signo Géminis tenga que ver en mi curiosidad, mi facilidad para comunicarme o mi afán por probar cosas nuevas, pero me parecería muy triste que en lugar de ser yo quien encuentre afinidades con el zodiaco, intentase acoplarme artificialmente a las supuestas características de mi signo. O encasillar a las personas que me encuentre según su fecha de nacimiento. Sería muy injusto que me tildaran de fantasiosa simplemente por haber nacido en mayo, tanto como que los Sagitario sean unos metepatas por definición o los Leo muestren siempre aires de superioridad. ¿Por qué? Además, tendríamos que adoptar también la personalidad que nos asignara el horóscopo chino, maya, celta… No parece práctico. Y no es realista pensar que a la inmensa cantidad de seres humanos que hemos nacido en el mismo mes nos va a pasar lo mismo, por lo que las predicciones generalistas me huelen a chamusquina.
Pero incluso si ciertas inclinaciones, cualidades y aficiones fueran innatas, no podemos perder de vista nuestra libertad para elegir qué tendencias de nosotros mismos alentamos y cuáles preferimos no alimentar. El carácter no es una disculpa, ni el destino tampoco. Somos nosotros los que decidimos. Así que si no actuamos como supuestamente queremos habrá que indagar en nuestro interior, sin buscar pretextos, para conocer nuestras motivaciones reales y nuestros deseos profundos, y así decidir con plena conciencia el rumbo de nuestra vida.