miércoles, 8 de enero de 2020

miércoles, 8 de enero de 2020

Esfuerzo y recompensa

Vivir para contarlo
Ana Cristina López Viñuela

Leí en una entrevista a Toni Nadal, tío y entrenador del tenista Rafa Nadal, que él no intentó inculcar a su sobrino la noción de esfuerzo, sino que simplemente le insistió en ser consecuente: para destacar en una disciplina no basta con desearlo, hay que hacer todo lo necesario para conseguirlo. Ya decían nuestros abuelos que “al que algo quiere, algo le cuesta”. Incluso la expresión “merecer la pena” implica que para lograr algo valioso hay que invertir un tiempo, un trabajo, una dedicación.
Cualquier objetivo ilusionante en el campo de la cultura, de la ciencia, del arte, del deporte, de la vida… supone una rutina diaria de preparación. La inspiración o la suerte sólo vienen en ayuda del que está en disposición de recibirlas.
Nadie puede garantizar que si pones toda la carne en el asador en un asunto vas a lograr el éxito. Puedes estudiar con ahínco una oposición y no obtener plaza. O entrenar durante años y no meter gol o canasta en un partido decisivo. O una relación puede fracasar pese a tus deseos de que prospere. Pero lo que sí se puede afirmar con seguridad es que quien no está en la línea de salida y lleva el dorsal a la espalda nunca llegará el primero (ni el último) a la meta, porque no estará listo para correr cuando suene el pistoletazo.
No se puede ser un crack en todo. En muchas ocasiones nos tendremos que conformar con el amateurismo o la mediocridad, lo cual no tiene por qué ser un fracaso si disfrutamos consagrando nuestro tiempo a una actividad que nos divierte. Pero tampoco se deberían abandonar las aficiones (y menos aún las obligaciones o las responsabilidades adquiridas) sin darles siquiera una oportunidad, al mínimo inconveniente y sólo porque no nos ha salido a la primera lo que queríamos, tal y como nos hubiera gustado. Ninguno hemos aprendido a caminar sin bambolearnos y caernos una y otra vez. ¿Y eso significó que no podíamos andar, o que era mejor dejarnos llevar para siempre en brazos o en cochecito? Habrá que insistir un poco, digo yo.
Por ejemplo, considero un error pensar que hemos agotado todo lo que el esquí nos puede ofrecer después de pasar un fin de semana en Baqueira y habernos sacado las fotos de rigor, simplemente porque nos cuesta madrugar, hemos pasado frío y tenemos alguna magulladura. Así no se ganan las Olimpiadas… Conozco a personas que han comprado la equipación de esquí más moderna y costosa para ellos o para sus hijos, y a los dos días estaba criando polvo y telarañas en el trastero. Y parecido destino corrieron la guitarra eléctrica, los palos de golf, el tutú, los vídeos de películas en versión original y el caballete de pintura. No digo que haya que perseverar a toda costa en una actividad que ya no despierta nuestro interés o que no se pueda probar suerte en diferentes campos, pero no se puede saber si algo nos gusta de verdad sin haberlo practicado durante un tiempo. Quizás a quien le aburre el solfeo disfrutaría mucho tocando un instrumento o cantando, pero si ya ha desistido de aprender música…
Pienso que no se puede poner el foco en el esfuerzo, sino en el objetivo, que es lo que nos va a dar fuerzas para perseverar en el día a día, y disfrutar del camino. Ahora que cambiamos de año y de década parece un momento apropiado para plantearse propósitos, así que podemos preguntarnos cada uno: ¿tengo claras mis metas? ¿Qué se precisa para alcanzarlas? Si ya lo sabes, sólo queda hacer un hueco en tu horario y comenzar a ejercitarte. La recompensa no tiene por qué ser un triunfo extraordinario, pues el aprendizaje y la superación personal pueden darte todas las satisfacciones que necesitas. La única derrota real es no ser capaz de luchar por lo que quieres por miedo al fracaso o al ridículo, o abandonar tu sueño por comodidad o por no asumir la frustración de no ser el mejor, sin haberlo siquiera intentado en serio.