miércoles, 11 de diciembre de 2019

miércoles, 11 de diciembre de 2019

La búsqueda del Santo Grial

Vivir para contarlo
Ana Cristina López Viñuela
La búsqueda del Santo Grial a todos nos suena a leyenda artúrica, a poderoso talismán perseguido por caballeros de la Mesa Redonda y agentes de las SS nazis, pero no deja de ser un símbolo. Cada uno tenemos que realizar nuestro propio viaje iniciático para encontrar el sentido de nuestra existencia. Para Ulises era el retorno a los orígenes y a la familia, para Don Quijote el logro de la perfección como caballero andante, para Gandhi, Mandela o Luther King la resolución pacífica de los conflictos raciales e interculturales, para la Madre Teresa de Calcuta que ninguna persona sufriera sola, para Picasso o Juan Ramón Jiménez descubrir nuevas formas de expresión, etc. Las personas podemos compartir objetivos, pero la “sagrada” búsqueda de nuestro fin es personal, irrenunciable y nos compromete por entero, aunque a veces no nos demos cuenta. 
Decía Jorge Manrique que “nuestras vidas son los ríos / que van a dar a la mar / que es el morir”. Siguiendo con la imagen, en ocasiones los ríos tienen una trayectoria corta y rectilínea; otras veces los cursos de agua encuentran obstáculos que hacen que las corrientes formen meandros, se desvíen muchos kilómetros, se conviertan en subterráneos durante un tramo, se fundan en otros ríos más grandes… pero al final todos llegan al océano. Tal vez alguno haya vislumbrado la desembocadura desde la misma fuente o en algún hito del recorrido, quizás otros sólo comprendamos para qué estamos en el mundo en la proximidad del final.
La búsqueda es una aventura propia de Indiana Jones, llena de peligros y emociones, jalonada por tentaciones de abandono, dificultades, desorientación… pero no se puede renunciar a ella, por más que lo deseemos. La llevamos inscrita en el corazón desde nuestro nacimiento y todas las circunstancias que nos vamos encontrando en el camino sirven tanto de indicadores, como de pruebas. Desde la perspectiva que dan los años, muchas veces vemos el sentido de algunos sucedidos que nos dolieron o nos parecieron injustos o incomprensibles en su momento, pero que significaron un cambio de rumbo que determinó nuestra biografía. 
Cuando la vida tiene una enseñanza que darnos insistirá una y otra vez, hasta que aprendamos la lección. Por eso siempre caeremos en la misma piedra hasta que nos demos cuenta de que la razón por la que nos tropezamos continuamente con ella es que aún no hemos comprendido para qué está ahí y que no podremos seguir adelante hasta haber resuelto el tema, sin poder esquivarlo.
Y no somos quiénes para juzgar cómo debería ser la expedición de otros viajeros, ni cuáles son las metas que están llamados a alcanzar, pues como diría Tolkien por boca de Gandalf “ni el más sabio conoce el fin de todos los caminos”, pero no deberíamos dudar de que algún hermoso designio guía todas las fortunas, incluso las de aquellos cuyos pasos nos parecen perdidos.
Abrámonos, pues, a nuestro destino y confiemos en la vida, que sabe mejor que nosotros adónde nos quiere conducir, para que podamos beber el licor de la sabiduría en nuestro propio cáliz sagrado, que nos está esperando al final del peregrinaje.