El rincón del optimista
Juan
Conozco a muchos voluntarios que dedican parte de sus vidas a ayudar a los demás, comenzando por esta misma ONG del Teléfono de la Esperanza. Conozco a varios religiosos misioneros que también dedican su vida a ayudar a los más desfavorecidos. Y conozco a otras muchas personas que se desviven por hacer más sencilla la vida a los que sufren por uno u otro motivo.
Pero confieso que me maravilla que una muchacha de 27 años lo haya dejado todo para ir a trabajar a la selva tropical del Congo centroafricano con Médicos sin Fronteras.
Creo conocer bien a María, mi sobrina, enfermera de profesión. Es toda una aventurera. Tres años en Inglaterra antes de dar el paso con ‘Médicos’ donde también estuvo seis meses en una zona semidesértica de México. Ahora, antes de viajar al Congo, se marchó a Bélgica sin conocer a nadie para poder practicar el francés que es el idioma que se habla en el país africano, antigua colonia belga. Ya sólo llegar a la zona en la que tienen que trabajar fue toda una odisea de encadenar vuelos de aviones y al final llegar en motocicleta. Me maravilla pensar cómo una persona puede quitarse el miedo del cuerpo, vacunarse y enrolarse en estas misiones. Imagino que con ver a un niño sonreír después de hacerle alguna cura o de ponerle alguna vacuna sería la motivación suficiente para trabajar cada día en unas condiciones imagino que muy precarias, donde llueve un día sí y otro también.
Si personas como María son capaces de jugarse la vida por los demás es que tienen claro que la vida en esas condiciones merece la pena. Yo reconozco que no podría salir de mi zona de confort.
Medio en broma medio en serio me dijo antes de despedirse: “Ya me han dicho que tengo que huir de los hipopótamos, que causan más muertes de humanos que los propios leones”. Cuídate, María, ayuda a esa gente, alivia en lo que puedas sus penurias y hasta tu vuelta. Te felicitaré en Navidad.