Marta
En el Teléfono de la Esperanza me ayudaron a darme cuenta de las palabras que utilizo al comunicarme, a ser más consciente de cómo lo que digo afecta a los demás y a mí misma a través de mi diálogo interno y a identificar la gran influencia que el lenguaje ejerce en el estado de ánimo, en la capacidad de actuar o comportarnos.
El lenguaje que utilizamos puede modificar nuestros pensamientos, nuestras actitudes y nuestros comportamientos. ¡Menuda frasecita!, ¡es tan contundente! Corta e intensa a partes iguales. Parece mentira que el lenguaje tenga tanto poder … pues sí, lo tiene, así que, en mi opinión, se merece una reflexión.
Desgranemos algunos conceptos sobre el lenguaje y sus características con algunos ejemplos.
El lenguaje es acción, por eso no es lo mismo decir:
- Opción A: “debería hacer ejercicio”
- Opción B: “elijo hacer ejercicio”
¿Cuál de los dos mensajes crees que lleva a la acción? Una sugerencia, intenta visualizarlas…Yo, al visualizar la opción A veo a alguien sentado, exigente y con actitud de queja. Al visualizar la opción B, veo a alguien con ropa de deporte haciendo ejercicio, ¿tú?
El lenguaje no es inocente, como se ve en el siguiente ejemplo:
- Opción A: “¡que despistada soy!, no me di cuenta de eso”
- Opción B: “¡que despistada estoy!, no me di cuenta de eso”
¿Qué opinión sobre uno mismo muestra cada una de estas dos frases? Con las dos frases nos decimos que no hemos hecho algo de la mejor manera posible. La diferencia entre ambas es la implicación temporal. Una opción es para siempre, inamovible, y la otra opción es momentánea y cambiante. Con la A no nos damos la oportunidad de cambiar o comportarnos de otra manera, dejándonos como única salida la resignación y la queja. Con la B nos permitimos mejorar, nos damos la oportunidad de ser capaces de hacerlo de otra manera la próxima vez. ¿Qué te sueles decir tú cuando las cosas no salen como esperabas?
Con frecuencia se oye: ¡Las palabras se las lleva el viento! Desde mi punto de vista, el viento no se lleva las palabras. Lo que decimos a los demás y, sobre todo, lo que nos decimos a nosotros mismos, no desaparece una vez dicho. Hay estudios que dicen que ante una palabra que daña hacen falta, al menos, cinco palabras amorosas para reparar el daño.
Según lo dicho, el viento no se va a llevar fácilmente lo que decimos. Todo aquello que decimos y escuchamos entra en nuestro interior provocando cambios como hemos visto con los ejemplos anteriores. Por eso, ¡cuidemos con esmero nuestro lenguaje poniendo atención y consciencia en aquello que decimos! De la misma manera que cuidamos nuestra alimentación o nuestro aspecto físico. ¡Obtendremos fantásticos resultados tanto a nivel personal como a nivel social!