jueves, 5 de septiembre de 2019

jueves, 5 de septiembre de 2019

Las buenas noticias

Vivir para contarlo
Ana Cristina López Viñuela

Hace un tiempo que he dejado de ver los telediarios porque ofenden mi sensibilidad: a mi entender, consisten en una sucesión ininterrumpida de desgracias y perversidades… y acabo con el estómago revuelto y con la convicción de que el género humano es maligno por naturaleza, ya que todo es violencia, engaño y maledicencia en el mundo. Y si encima lo que ponen en la tele es el Sálvame de luxe… ¡para qué vamos a hablar!
Sin embargo, simplemente con entrar en las redes sociales cambia mi perspectiva. Al parecer, te hacen llegar lo que creen que te interesa: si es así, conmigo aciertan los algoritmos, porque entre las informaciones que recibo abundan los mensajes alentadores y las buenas noticias. No hay día que no se publique algún descubrimiento científico, un artículo animante o esclarecedor, que no me entere de algún evento cultural en la ciudad o que mis amigos no compartan conmigo algo que me haga pensar, sonreír, ¡o reír a carcajadas!
Por ejemplo, con ocasión del Día de la Mujer me han recordado a muchas mujeres de todos los lugares y épocas que han realizado grandes aportaciones a la ciencia, el arte, la literatura y, en general, a la mejora y el bienestar de las personas, y me he enterado de la existencia de otras muchas que desconocía, ocultas en el fondo del cajón de la historia. ¿Sabíais por ejemplo que los hermanos Wright, pioneros de la aviación, no eran dos, sino tres, y que el apoyo de su hermana Katharine fue fundamental para realizar el primer vuelo en aeroplano? ¿O que muchas obras atribuidas a Félix Mendelssohn han sido compuestas en realidad por su hermana Fanny? ¿O que la actriz Hedy Lamarr inventó un sistema de guía por radio cuyos principios se incorporaron a la tecnología Bluetooth y son similares a los métodos utilizados en la Wi-Fi?
Se da a entender que nuestros jóvenes no muestran interés por nada fuera de ellos mismos, pero no es cierto. Me han impresionado algunos, como Boyan Slat, que con 19 años fundó “The Ocean Cleanup”, una ONG dedicada a desarrollar tecnología avanzada que permita limpiar la basura y los plásticos que formar auténticas islas en el mar. O Rishab Jain, que con 14 creó una herramienta informática que mediante simulaciones ayuda a matar las células cancerígenas en el páncreas, una de las zonas más difíciles para atajar la enfermedad. Y tantos otros que no se resignan ante realidades que no les agradan y deciden reaccionar.
Me gustan especialmente los videos de las conferencias “Aprendemos juntos” del BBVA y El País, todas ellas interesantísimas y que dan a conocer a personas que trabajan desde diferentes campos de la actividad humana por el bien de todos. Me llamó mucho la atención, por ejemplo, la charla sobre educar en el “yo puedo” de Kiran Bir Sethi, una madre india fundadora de “Design for change”, que pone de manifiesto el potencial de cada persona desde la más tierna infancia, porque los niños no sólo son el futuro, también el presente.
Me sorprende que nadie en España ignore quién es Belén Esteban y, en cambio, no sea tan conocido el Dr. Cavadas, que no sólo es famoso por sus éxitos en trasplantes y reconstrucciones plásticas, sino por haber creado una fundación sin ánimo de lucro que se dedica a la cirugía reconstructiva en África.
Basta con abrir los ojos para comprobar cuantísimas personas han trabajado o lo están haciendo en nuestros días por el bien de sus semejantes. Algunos son conocidos y poderosos, y otros tienen un radio de influencia más modesto, pero eso no significa que su importancia sea menor. Nadie habla del profesor que educó al genio, ni de la madre que crio al personaje, ni del entrenador que orientó al deportista de élite, pero eso no quiere decir que su papel sea secundario.
Pienso que no hay que desalentarse ante el panorama que nos presentan a veces los medios de comunicación o los comportamientos poco edificantes que observamos en nuestro entorno. No digo que las circunstancias sean perfectas: no niego el calentamiento global, ni la explotación de los países pobres, ni la discriminación, ni la corrupción, ni la injusticia, ni la violencia… pero nada de eso es excusa para rendirse sin luchar. Tal vez no nos corresponda entrar en la Historia con mayúsculas, pero siempre podemos inspirar a otros, colaborar, poner nuestro granito de arena… para ser generadores y difusores de buenas noticias, que conviertan el mundo en un lugar mejor.