miércoles, 3 de abril de 2024

miércoles, 3 de abril de 2024

Apatía

Yo y mi circunstancia
Juan

Abandono, dejadez, pasividad, apatía, desgana, desidia, indiferencia, desinterés, insensibilidad, displicencia, aburrimiento, desmotivación… Puedes seguir poniendo sinónimos a lo que me parece que es la actitud que predomina hoy entre los animales del género homo sapiens por los diferentes aspectos de la vida. Claro que esto no es así de tajante en todos los casos, ni lo es todo el tiempo, pero es una percepción con la que coincido cada día con más personas. Podría añadir e incluso que la gente está triste, por lo general, que cuesta sonreír, y ya no te digo reír a carcajadas. 

Ya he comentado en otras entradas que hay mucho miedo entre la población, un miedo acrecentado con todo lo que ha conllevado el tema de la pandemia Covid. Fruto de ese miedo es que se ha mantenido en el tiempo sentimientos y sensaciones que reflejan un bajo estado de ánimo, principalmente apatía y tristeza. Es como si se nos estuvieran quitando las ganas de vivir. Hemos perdido alegría e ilusión por reír, por salir de fiesta, divertirnos, relacionarnos, amén de lo que nos retrae gastar un dinero ya de por sí limitado, que a lo peor nos haga falta para unos tiempos inciertos que parece que llaman insistentemente a la puerta.

Si habláramos de una enfermedad, se podría decir que muchos de nosotros padecemos abulia: “Falta de voluntad o energía para hacer algo o para moverse”. Es como si tuviéramos gastada la pila, como si necesitáramos vitaminas para que nuestras neuronas se carguen y se pongan activas… como antes. Dejamos de atender también nuestros hobbies y actividades que nos suelen ser gratificantes. Parece como que hubiéramos dejado de sentir satisfacción y disfrute por todas esas cosas que estamos dejando de hacer.

Me fijo en la cantidad de gente que bosteza delante de mí. Unos ponen la mano delante de la boca, por educación, otros muestran orgullosos la campanilla (úvula palatina) acompañada de sus respectivas amígdalas. Siempre escuché que sólo se podía bostezar por hambre, sueño o aburrimiento. ¿Se habrá acrecentado la lista de motivos por los que abrimos la boca?

Tengo varios amigos hosteleros y ellos son quienes me confirman esto que digo. La gente ya no sale como salía, cada vez menos personas salen de casa a divertirse y, por consiguiente, se gasta menos. Estos negocios familiares tienen cada vez menos ingresos y muchos están abocados al cierre, con el drama que ello supone para adultos de cierta edad, la mayoría con hijos, que no tienen en el horizonte la vista puesta en un hipotético cambio de actividad o de sector. Se convocan fiestas y se cancelan por falta de participantes. Una pena, pero así es. ¿Vacas flacas? No, yo creo que vemos el prado seco, que seguimos hablando de sequía, aunque esté lloviendo a cántaros.

‘La princesa está triste... ¿qué tendrá la princesa?’ que diría el poeta Rubén Darío. Puede ser por tantas cosas… Me gusta hablar de lo poco que sabemos o que investigamos sobre lo que comemos, lo que respiramos y lo que nos inyectan en el brazo. Sí hay una cosa clara: no se ríe como se reía, ni se viaja como se viajaba, ni se gasta como se gastaba. Hay quien dice eso de: “Es que en este país vivíamos por encima de nuestras posibilidades”. Disiento totalmente. En este bendito país se ha sabido divertirse y disfrutar del presente como pocos en el planeta. Va en nuestros genes. “Es que el horizonte está algo oscuro”. Claro, nunca el futuro fue cierto. Sin embargo, hay una realidad difícil de negar: si todo el día estás escuchando noticias y conversaciones pesimistas, mal te vas a ilusionar con lo que está por venir. No quiero yo jugar a ser sociólogo o psicólogo y mucho menos profeta, sólo me atrevo a dejar escrita una observación que espero que sea solamente una tendencia reversible y que pronto podamos soltarnos la melena, partirnos la caja, aunque no tengamos demasiados motivos.

Asín sea.