
Hace varios siglos guiados por una estrella tres Magos llegados de Oriente fueron a adorar a un niño que nació en un portal, eso nos contaron, al parecer eran astrólogos y podían predecir acontecimientos. Esa fue la primera Noche de Reyes para Melchor, Gaspar y Baltasar.
El mundo siguió girando y ahora podemos contar que aún existen, no van en camello, pero mantienen la tradición de llegar de madrugada porque la magia reside en lo que no se ve. Sus nombres son más actuales, Javier, Manuel o Ana entre otros muchos. Hay otros Reyes muy magos con las manos arrugadas que saben que el truco de la vida es a fuego lento, besan fuerte y tienen polvo de estrellas en sus miradas, estos se llaman simplemente abuelos.
Todos son expertos en crear escondites inventados, correr en silencio por los pasillos y tejer redes invisibles de afectos para que nadie caiga.
Sus majestades se han adaptado a los gustos de la época ya nadie les pide oro, ni incienso, ni mirra. Los pajes reciben más WhatsApp que cartas. Con papeles de colores cubren juguetes, pijamas, colonias y calcetines, sin olvidarse del ticket regalo.
Sigue vigente dejar el zapato, la explicación según una leyenda es que Jesús caminaba descalzo porque era pobre, por eso dos de sus mejores amigos pensaron en regalarle los suyos. Como estaban usados los lavaron y los dejaron en el balcón a secar. Al día siguiente aparecieron llenos de regalos como premio a su buen corazón. Y es que la ilusión y el amor siempre aparecen en las historias con final feliz.
Deseo que sepamos ver que los mejores regalos son las manos que los entregan y sobre todo esas pequeñas cosas sin envoltorio.
Deseo que hagamos una Noche de Reyes después de cada día, que sea la ansiada tregua preludio de la paz, que sea también tiempo compartido y cobijo. Deseo que sepamos seguir nuestro camino, para que cada uno desde nuestro rinconcito no permitamos que haya ningún niño sin abrazo, sin estrella y sin zapatos.