sábado, 23 de diciembre de 2023

sábado, 23 de diciembre de 2023

Noche de paz

Vivir para contarlo
Ana Cristina López Viñuela

En la Nochebuena de 1914, los soldados británicos que hacían guardia en los frentes de Bélgica y Francia, observaron asombrados desde su trinchera cómo al otro lado del campo de batalla se iluminaban algunos árboles en los parapetos y se escuchaba el Stille Nacht, mientras banderas blancas ondulaban en el aire. Pronto se unieron los combatientes de ambos bandos en tierra de nadie, compartiendo gestos amistosos y regalos, un partido de fútbol, oraciones por los caídos. Solo las amenazas de los superiores lograron que se reanudaran los combates después de esta tregua espontánea, que se repitió en años consecutivos, pese a las reticencias de los respectivos mandos, porque cuando se produce una conexión entre seres humanos no es tan sencillo convencerles para matarse entre sí, porque no es lo mismo disparar a una cara sin nombre que a alguien que conoces y con quien compartes miedo, fatigas y soledad existencial, siguiendo órdenes de quienes permanecen a salvo en el cuartel general, decidiendo sobre sus vidas.

Poco podemos hacer para solucionar conflictos que quedan lejos de nuestro campo de acción, como los de ucranianos y rusos, israelíes y palestinos… aunque el que desea apoyar solidariamente acaba encontrando la manera.  Por el contrario, está completamente en nuestras manos contribuir a la paz, trabajando a favor de la concordia en nuestro interior, en la familia, en los grupos de amigos, los ambientes profesionales y la vida política. Resulta fácil y barato utilizar una tribuna pública para avivar enfrentamientos, fundados en meras diferencias ideológicas, entre personas que tienen más en común de lo que creen. Al final todos queremos lo mismo: el bien propio y de los nuestros, pero es falso que se consiga “luchando” para arrebatárselo a los que consideramos “contrincantes”, como si su satisfacción fuera una amenaza. Para vivir tranquilos y con prosperidad pienso que lo mejor sería buscar los puntos de contacto, respetar los intereses de los demás y procurar conseguir nuestros objetivos sin humillar a nadie, porque la agresividad engendra violencia, la separación desunión y la injusticia venganza, aunque no siempre es fácil salirse de la espiral del sinsentido. Pero estar todo el rato alimentando pensamientos de rencor genera profundo sufrimiento y consume mucha energía.

Es triste que el prohibir hablar en la mesa de política, religión y fútbol se nos muestre como la única forma de evitar agrias discusiones, porque nos sintamos incapacitados para exponer nuestra opinión con tranquilidad y escuchar al de enfrente sin alterarnos, como si el sentir de unos fuera un error, un pecado o una muestra de estupidez para los otros. Sin intentar ponernos en su lugar y aprender de ellos, que alguna razón tendrán para pensar así y para reaccionar de esa manera. Pero, incluso si no somos capaces de mantener una discusión pacífica, ¡hay tantos temas de conversación para elegir que no contribuyen a que se nos atragante el turrón!

Basta con que nuestras palabras respondan a lo más profundo de nosotros mismos, ese fondo de verdad, bien y belleza que está inscrito en cada corazón humano, y no con el personaje que nos hemos construido para desenvolvernos en el mundo material y con el que nos identificamos. En lo profundo del alma todos somos muy parecidos y tal vez solo desde ese lugar sea posible construir una paz verdadera, basada en la hermandad, en sentirnos unidos en lo importante, que es el Amor en sus diversas formas: fraternidad, confianza, empatía, colaboración… Y creo que ese es el sentido genuino de la Navidad. Deseo para mí y para todos una Noche de Paz auténtica, pero sobre todo que podamos dormir con sosiego todas las noches.