jueves, 30 de noviembre de 2023

jueves, 30 de noviembre de 2023

Al contrario

Yo y mi circunstancia
Juan

Hace unos días decidí tomar el sentido contrario de la ruta que suelo trazar en mi paseo que me doy en el descanso laboral como simple terapia mental y corporal. Me dejé llevar por un impulso, sabiendo que no iba a contravenir ninguna regla natural, sino que tan sólo iba a quebrar una rutina, un hábito diario. Pronto comencé a percatarme de detalles que no apreciaba cuando sigo la dirección habitual: carteles, árboles, casas, rincones… Eran tan sólo matices, pero parecía que todo cambiara, hasta la luz que proyectaban las cosas, como si la ruta que tenía tan memorizada fuera totalmente distinta. Pero no, sólo la estaba realizando en sentido contrario. Hasta tuve que volver la vista atrás de vez en cuando para comparar con el paisaje ‘normal’ que yo reconocía.

Tengo que confesar que soy amigo de las rutinas, que me gusta hacer las mismas cosas a la misma hora del día o de la semana, pues así lo tengo establecido desde joven hasta para ir al baño por las mañanas. No me aburre, no me incomoda, todo lo contrario, me da estabilidad y seguridad. Sigo esa máxima que dice que más vale lo bueno conocido que lo malo por conocer. Ahí llevo a mi padre de maestro, que era muy de rutinas, al igual que la abuela paterna. Pero reconozco que salir de la rutina es también muy aconsejable: romper moldes, cambiar esquemas, improvisar, tomar caminos nuevos, optar por la aventura, siempre sin contravenir las leyes establecidas para no poner en riesgo tu vida y la de los demás. Nunca se me ocurrirá, por ejemplo, entrar con mi coche por una calle o una carretera en dirección prohibida, aunque con ello acorte camino. No soy un camicace. Para nada.

Cuando realicé el Camino de Santiago Francés en dos fases, de cuando en cuando me encontraba a alguien que realizaba el trayecto al revés o, en algún caso me imagino, de vuelta, con la meta puesta en la salida. Quienes realizan el trayecto de regreso, imagino que tendrán esa misma sensación que tuve yo con mi paseo, que todo les parece extraño, que nada se asemeja a lo visto en el camino de ida. También me pongo del lado de ese caminante e imagino que quizá sea él quien piense que somos los demás, el rebaño que sigue un trazado marcado por una flecha indicativa, quienes hemos errado la dirección. Es la eterna dualidad entre mayorías y minorías.

Esto me lleva a reflexionar sobre lo que significa hacer las cosas del revés, al contrario de como los demás esperan que lo hagas o en sentido inverso a lo que tu mente te dicta, en la mayoría de los casos por meros prejuicios. No creo que sea muy sensato hacerlo todo siempre distinto a los demás, pensar y hacer lo contrario que la mayoría, salirse de la fila por el mero hecho de sentirte diferente, llevar la contraria como norma diaria, pero sí que considero, más después de ese paseo que ya considero providencial, que de cuando en cuando debemos dar a nuestra mente el capricho de ver las cosas desde otra perspectiva, con otros colores, otros caminos, dejándonos llevar por ese impulso que se rebela ante lo cotidiano, lo habitual, lo rutinario. Viajar puede ser un buen ejemplo para seguir de esto que digo.

También recordé esa película titulada ‘El curioso caso de Benjamin Button’ que cuenta la historia de un hombre (Brad Pitt como protagonista) que nace con el cuerpo de una persona de 80 años y que con el transcurso del tiempo va rejuveneciendo. ¿Te imaginas? Volver a empezar (título de otra película), caminar hacia tu nacimiento en vez de hacia tu muerte. Este relato de ficción no deja de confirmar algo que todos sabemos, que el paso del tiempo es inexorable y que creer o pensar en la inmortalidad es una falsedad manifiesta. Todos estamos llamados a morir, es una ley natural que nada ni nadie va a cambiar, ni debe cambiar, por mucho que la ciencia avance. Pero de vez en cuando no está demás que caminemos a contracorriente. Lo creo conveniente y saludable. 

Asín sea.