miércoles, 4 de octubre de 2023

miércoles, 4 de octubre de 2023

Comida basura

Yo y mi circunstancia
Juan

Somos lo que comemos… y lo que bebemos, respiramos, vemos, escuchamos o sentimos. Todo nuestro entorno nos afecta, pero sobre todo aquello que nos entra por la boca. Como seres humanos estamos obligados a respirar, a alimentarnos, a ingerir líquidos cada poco para no desnutrirnos, para no morir. Esto es de cajón. Nos lo exige el cuerpo, esa escafandra que aloja los órganos vitales que nos permiten seguir vivos, pensar, amar, soñar…

Pero a estas alturas de la película ya nos hemos dado cuenta desde hace bastante tiempo que no se come como se comía antes. Mucho de lo que ingerimos, la mayoría, son alimentos elaborados-procesados, pasados por la mano de la industria que antepone las ganancias de dinero a la salud de la humanidad. Miramos la composición de lo que compramos y nos dan ganas de salir corriendo del súper o del híper, pues no alcanzamos a memorizar todos los ‘E’ de la composición: conservantes, colorantes, saborizantes… ¿Y después nos extrañamos de que aparezcan intolerancias y alergias múltiples? Lo que no sé es como nuestro cuerpo es capaz de metabolizar determinadas ‘mierdas’ que le mandamos directas al estómago, como son todas esas grasas saturadas o dulces repletos de azúcares. No te digo nada de nuestros pobres jóvenes y adolescentes que sólo saben quedar con los colegas para cenar en el ‘Burrikín’ o rey del kétchup (tomate artificial). 

Luego andamos obsesionados con la fecha de caducidad, cuando sabemos a ciencia cierta que, quitando los alimentos frescos, el resto de comida se puede ingerir pasada esa fecha de referencia. De hecho se come. Sabemos también que hay empresas que recogen alimentos caducados y que los ‘reciclan’, es decir, que cambian el envase, la fecha y arreando que es gerundio. Mucho control alimentario, sí, sobre el papel, pero nos ponen en las estanterías lo que quieren que consumamos. Comida basura. Punto.

Y lo de los envases, no te voy a descubrir nada al recordar que predomina el plástico (derivado del petróleo). Recuerdas que dejaron de dar las bolsas gratis en el súper porque contaminaban mucho, pero ahora que te las cobran ya no contaminan. De traca. O el pan-chicle este que se elabora hoy en día, que prefiero no profundizar en el asunto para que no se me mosquee un buen amigo que tengo panadero, por si me llegara o llegase a leer.

Pensemos también que comemos sin hambre y bebemos sin sed. Hay pocos animales de este nuestro reino que lo haga, salvo raras excepciones, como los camellos y dromedarios con el agua por una cuestión de adaptación al medio, de supervivencia. O los felinos de la sabana, que se hartan de zampar de las presas que cazan, según nos lo presenta la 2 a la hora de la siesta. Luego nos extrañamos al mirar la báscula cuando nos da por pesarnos. ¿Obesidad? Poca para lo que jalamos y privamos.

Por eso sigo animando a comer verdura, fruta y hortaliza de la huertina, aquellos que podáis permitiros cultivarla; criar pollos y gallinas para tener carne y huevos caseros; buscad una ganadería ecológica (cuyos terneros sólo mamen leche y cuyas vacas sólo pasten) para proporcionaros carne de calidad; bebed agua de un manantial de confianza, evitando en lo posible el cloro; y respirar, en la medida de lo posible, aire en campo abierto mientras os dais un paseo por la llanura, la playa o la montaña. Si vives en una gran ciudad, vete pensando en la posibilidad de emigrar al pueblo, que allí puedes disponer de casi todo, principalmente, con una calidad de vida más que digna y aceptable.

Asín sea.