
Imagino que habrás observado en repetidas ocasiones a las hormigas o las abejas cómo viven y trabajan en sus hormigueros/colmenas. Están súper organizados y jerarquizados, saben trabajar en equipo, tienen las funciones bien delimitadas. Pero lo más importante, trabajan para la colectividad, no parece en principio que sean egoístas. Sienten un amor ciego por su reina, su dueña, su señora, la madre de todas las madres. Los zánganos de las colmenas no sólo protegen a su valida, sino que son los encargados de fecundarla para que siga poniendo sin descanso miles de huevos. Las obreras no sólo trabajan de sol a sol, sino que para defender la colmena no dudan en clavar su aguijón al ‘intruso’, pero al perder el aguijón y parte de su tejido corporal, le provoca su muerte. Un mundo entero e increíble el que trascurre en el subsuelo, en un árbol, en los enormes termiteros o en los cajones de las abarrotadas colmenas.
Nosotros, los humanos, también sentimos la necesidad de trabajar para la colectividad (al menos así hemos organizado esta sociedad), vivir en pisos-colmena-ciudades, seguir a un líder que nos ofrezca seguridad, sin embargo no es absolutamente necesario seguir a un guía, ni a un líder político ni espiritual para poder sobrevivir. NO. Siempre hubo jerarquías en nuestra sociedad, pero debemos hacer que prevalezca nuestra independencia, nuestra libertad de opinión, de movimientos y de libre circulación. Ni la excusa de un virus me sirve para me coarten mis libertades. No aceptaré ningún nuevo secuestro forzado. Me niego. Me rebelo.
Lo hablaba el otro día con un familiar sobre la posibilidad de lavar tu coche en la calle. Cada semana sacan nuestros políticos nuevas leyes que lo restringen todo cada vez más con prohibiciones y sus respectivas sanciones coercitivas. Decíamos lo de lavar el coche en la calle (da igual ciudad que pueblo) porque está prohibido también, imagino que porque los jabones van al alcantarillado. ¿Dónde irá el de los trenes de lavado?
Recordarás ver en la caja tonta los golpes que propinaron diferentes policías y las multas que impusieron a quienes no se resignaron y salían a pasear por la calle o el parque o a practicar deporte en pleno confinamiento. Eran personas peligrosísimas, ponían en riesgo a muchísima gente de forma irresponsable. Cuántos perritos se compraron para poder salir de casa, perros que se abandonaron a la primera de cambio. La mayoría quedamos encerrados en la colmena para aplaudir por las ventanas a una hora en punto y casi volvernos tarumbas. Las multas se devolvieron porque la Justicia declaró ilegal aquel Estado de Alarma. ¿Pero alguien pidió perdón por los golpes? Como el tema del cubrebocas. ¿Sabes que Portugal y unos cuantos países europeos ya no obligan a poner la máscara en hospitales y centros sanitarios? ¿Por qué en España sí? Algunos quieren (necesitan) que sigamos siendo hormigas o abejas, que obedezcamos como ovejas del rebaño al ‘pastor’ con cualquier excusa. Que sigamos sometidos y esclavizados
¿Qué somos, insectos o humanos? Nos quieren confundidos y sumisos. Casi lo están consiguiendo, excepto con los díscolos que no lograrán doblegamos. Y si me obligan a ser insecto, yo elijo ser cigarra, con dos canciones.
Asín sea.
P.D.: Felicidades mi querida sobrina-mami Elena.