miércoles, 21 de diciembre de 2022

miércoles, 21 de diciembre de 2022

El Gordo

Yo y mi circunstancia
Juan

El 22 de diciembre se celebra en España el Sorteo Extraordinario de Lotería de Navidad, más conocido como ‘El Gordo’. Sólo unos pocos se llevarán un premio cuantioso con el que habrán soñado toda su vida, el resto se conformarán con las terminaciones, la pedrea y “a seguir teniendo salud”. Personalmente, lo único que me gusta de este evento tan esperado por muchos es la musiquilla de los niños del Colegio de San Ildefonso cantando números y premios porque me retrotrae a mi infancia, cuando mi madre nos despertaba con la tele puesta a todo volumen, al tiempo que nos daba un papel y un bolígrafo BIC azul para que fuéramos apuntando los premios grandes que iban saliendo y que los chavales (entonces no se permitían niñas, serían cosas de la Dictadura machista) cantaban con un tono más alto para que los periodistas y la gente de la sala les prestaran atención. Era un día especial porque se trataba del primer día de las vacaciones de Navidad y eso se disfrutaba doblemente. Mi madre se afanaba en lavar ropa en la taja que habían traído mis hermanos del internado en los frailes, atender las gallinas y preparar comidas para todos. No tenía tiempo para apuntaciones, pero sabía cuándo se cantaba algún premio porque siempre llevaba un transistor en el bolsillo de la bata. “Oí que había caído en Madrid”. Dónde va a caer, mujer, en Madrid y en Soria que es donde más se juega. Sí, también en Sort (Lleida).

Mis padres no fueron grandes jugadores de lotería, sólo un poco en Navidad y nada excesivo. Nunca les tocó ningún premio importante. Leí que a Franco le había tocado una vez un millón de pesetas en la Quiniela. Ya es casualidad. Cuando tuve una cierta independencia económica,  más bien cuando me empecé a desenvolver con los dineros, comencé a comprar no sólo esta lotería especial, que me gustaba repartir con familiares, sino que jugaba también a la semanal,  la primitiva y alguna más en busca de la suerte, unas compras que acababan llevándose al cabo de un año un pico del presupuesto de la economía personal/familiar. Todo ello por la ilusión de que a lo mejor me tocaba el día menos pensado, porque a alguien le tiene que tocar, decía yo y así pagaría deudas como la perpetua hipoteca y organizaría una fiesta sonada con amigos y familiares. En Navidad acababa gastando más de lo debido por ‘los compromisos’ y porque entrabas en un lugar que vendía lotería y pensabas… “¿y si toca aquí?”. Este ‘negocio’ ha durado casi tres décadas, hasta que por fin entendí la famosa frase de que ‘el dinero no da la felicidad’. Yo pienso que es al contrario, el dinero lo corrompe todo. Imagina que realmente te tocara una gran cantidad de dinero, el problema en el que te metes es ‘gordo’. Te verías obligado a comprarte un coche nuevo, una casa más grande (eso si no cambias de barrio o de ciudad), una casa dotada con todas las comodidades, incluida una buena alarma antirrobo, porque temerás que te entren a robar la gran cantidad de cosas que tienes de valor. Comenzarías a desconfiar hasta del banco donde hayas decidido guardar la pasta… si te darán el suficiente interés… Y un buen seguro de vida, que podría llamarse mejor seguro de muerte. Y otra comedura de tarro: ¿cuánto reparto con la familia, qué cantidad y con quién? Da igual, vas a quedar mal hagas lo que hagas. Ya, pero dejaría de trabajar. ¿Quieres decir que te quedarías en la cama toda la mañana viendo ‘telejubilado’ y consultando la tablet? Te compadezco.

A la conclusión a la que he llegado tras todas estas reflexiones es que ya tengo el premio que tanto andaba buscando: salud, familia y amigos que me quieren (amor), dinero suficiente para vivir dignamente, fe, un coche viejo y una casa humilde. Entonces, ¿qué otra suerte busco tan ofuscadamente? Ninguna. Y recuerda, más de la mitad de lo que se recauda se va para las maltrechas arcas del Estado y el Estado (Hacienda) somos todos, o más bien somos ‘tontos’, como decía la famosa campaña. El Estado lo controlan las manos de cuatro politiquillos ambiciosos que no se cansan de llenar la faltriquera, pues la deuda estatal de este país leí que ha superado ya 1,5 billones de euros. Echa las cuentas a ver si sacas lo que se debe en pesetas. En definitiva, que la lotería, igual que las tragaperras o todo tipo de apuestas, son un engaño total y absoluto, engaño psicológico, pero engaño al fin y al cabo.

Así que para esta Navidad sólo llevo a medias un décimo (ni siquiera sé qué número es) con unos amigos porque no me pude negar. Comprarlo fue más una trampa que un compromiso.  Ten por seguro que el 22 volverán a salir por la tele cuatro personas brindando con cava o sidra porque les ha tocado ‘El Gordo’ de Navidad, mientras el resto de los mortales comprobarán sus números para ver si pueden consolarse con las migajas de la pedrea, el reintegro o la salud.

Sólo faltaba que me tocara a mí que no lo deseo con el único cachito de número que juego. Sería una  faena. ¿Qué te lo regale a ti? Tranqui, sé a quién le vendría bien esta pasta apuñada por tanto iluso frustrado que anda suelto y que gasta lo que no tiene. ¿Sabes a quién le va a tocar seguro? Efectivamente, a los de siempre.

Asín sea.