miércoles, 23 de noviembre de 2022

miércoles, 23 de noviembre de 2022

Dudas

Yo y mi circunstancia
Juan

Errar es de humanos, pero dudar también lo es. Tenemos dudas cuando conocemos a una persona por si será como aparenta o si guardará alguna sorpresa en su interior. Las dudas nos invaden cuando nos ponemos a estudiar e intentamos elegir algo que nos guste y que además tenga buenas salidas laborales, cosa un tanto difícil en estos tiempos que corren. Dudamos mucho cuando vamos a hacer una compra mayor (casa, coche…), parecido a cuando vamos a hacer la compra de alimentación a un supermercado o a un gran almacén, con toda esa cantidad de ‘género’ que se nos muestra con envoltorios brillantes y coloridos en las estanterías. Dudamos de la verdadera fe que practicamos, si es que practicamos alguna, pues en esta sociedad actual con escasos valores las creencias brillan por su ausencia.

Sí, dudamos de los demás, de su sinceridad, de su confianza, de su fidelidad. Pero de quien más dudamos es de nosotros mismos. Nos solemos preguntar: ¿Seré capaz de realizar esta o aquella tarea? ¿Estaré a la altura de las circunstancias? ¿Sabré ser un buen padre o una buena madre? ¿Lograré recordar lo aprendido, podré aprobar este examen? ¿Llegaré sano a la vejez? Cuando digo examen no me refiero solamente a la comprobación por escrito del conocimiento o la experiencia que hemos adquirido, sino sobre todo a todas esas pruebas que nos va poniendo la vida día a día, casi hora a hora, y que solemos suspender para tener que repetir una y otra vez, como el mito de la piedra de Sísifo en la montaña.

Hay quienes ante la duda nos lanzamos a poner en práctica esa táctica universal de prueba-error y sólo así vamos avanzamos sin temor hacia lo que nos surja en el camino; hay quien ni siquiera intenta salir de la duda y opta por la inacción, la pasividad o el inmovilismo. Eso lleva irremediablemente a la enfermedad.

Si eres de los que vacilas, titubeas o sospechas a la primera de cambio, sólo se me ocurre un consejo práctico: ¡CREE! Sí, cree en algo o en alguien, con todas tus fuerzas. Si crees en una divinidad encontrarás paz y alivio al tener una ayuda a la que asirte, perderás miedos infundados y quizá no te sentirás tan vacío, solo y abandonado. Si crees en alguien, procura no idolatrar a esa persona y recuerda que como buen humano puede fallarte en un momento dado. Pero sobre todo cree en ti, porque tú puedes, porque tú vales, porque tu vida es tuya y de nadie más. Puedes ponerte en el lugar del otro, pero no puedes sentir lo que siente el otro. ¿Verdad?

Quizá veas en este apunte una crítica hacia las dudas o hacia quien duda. Nada más lejos de la realidad. No digo que dudar sea algo negativo, de hecho los investigadores llegan a realizar sus descubrimientos e inventos más sorprendentes dudando de todo como punto de partida, no dando nada por evidente. Es más, invito a que dudes tú también de quien te presenta su relato con la verdad irrefutable. Duda de mí, por ejemplo. Y aquí me vuelvo a referir a todo lo que escupe la caja tonta, sobre todo a la hora de comer y de cenar que es cuando más gente la atiende sin rechistar… “porque lo dijeron en el Telediario”, el gran generador de miedo en este momento. Y no hablemos de los representantes políticos. Desconfía de quien empieza su relato diciendo: “Yo les aseguro…”.

Si eres de los que duda en exceso te asustará el futuro, por supuesto, a todos nos asusta en mayor o menor medida, porque todo lo que está por venir siempre es incierto. Te creará ansiedad, estrés y probablemente también enfermes si no te distancias de ese pensamiento/sentimiento. Y eso es precisamente lo que trataremos de evitar. Ante la enfermedad también tienes dos opciones: resignarte o luchar por la sanación. Dudarás, pero sólo tú tienes la capacidad de elegir.

Duda sólo lo razonable, cree en algo que te ilusione, que te haga entender el maravilloso y bendito milagro de la vida.

Asín sea.