
La entrada al blog de esta semana tiene nombre propio, Juan Fernández Quesada. Hace mucho tiempo le describí como simplemente Juan. Y tal vez sea suficiente porque nada encierra tanta grandeza como lo simple.
Ya es un clásico seguirle en cualquier "tinglado" que proponga, esta vez, las presentaciones de su libro Reflexiones para vivir la vida. Una en Dones y Talentos, asociación de la que es fundador y presidente. Otra en el Teléfono de la Esperanza donde imparte los cursos de Desarrollo Personal. La tercera en el Instituto Leonés de Cultura, en esta ocasión como acompañante, un honor difícil de olvidar.
Traté de expresar con palabras lo que quizá solo se entienda desde el corazón. Aunando amor y humor confesé que soy Juanista porque la vida se divide en antes de Juan y después de Juan. Antes, cuando la vida plantea alguna dificultad las herramientas para afrontarla eran tan básicas como las teles en blanco y negro que solo tenían dos canales. Después, la vida se enriquece y se llena de color, de pronto se amplía la gama de herramientas, dispones de Netflix, Hbo, Zoom, YouTube, cambias la carta de ajuste por la banda ancha y navegas a mayor velocidad.
¿Os habéis fijado alguna vez en las flores que crecen en el asfalto? Cuando Juan ve una, le parece una delicia, como buen disfrutón, pero no le sorprende demasiado porque para él cada día ocurren milagros de la mano del amor incondicional.
Así es la vida. El asfalto son las pérdidas, las enfermedades o los problemas, la flor somos nosotros, atrapados debajo. Cuando estamos a punto de perder la esperanza en encontrar la salida Juan crea las condiciones para que se abra una grieta por la que entre la luz y después permanece en nuestras raíces, sustentándonos, viendo cómo crecemos y dejándonos ser. A partir de ahí crecer es tarea nuestra porque si lo creemos podemos crearlo.