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Con mi olfato percibo el olor a santidad del brezo florecido, que cada primavera resucita a la vida. La frágil florecilla se agosta en unos días, pero cada año crecen margaritas en los prados, salpicando de blanco y amarillo su verdor. El abrazo de un árbol absorbe mi energía cansada y mortal, para regenerarme con su savia de eternidad. Y su sombra fragante me protege del tiempo y la fatiga.
Percibo presencias susurrantes en la brisa, que hablan de permanencia, de consuelo, de sutil compañía, insuflando aire vivo en mi corazón desinflado y fofo, hasta henchirlo de gozo y esperanza. Reconozco en su voz a aquellos que se han ido, pero siguen cercanos en la memoria y el afecto, ángeles custodios de los que aún recorremos los caminos.
El cielo se aproxima al horizonte, con su límpido azul y sus nubes radiantes, como una promesa de destino feliz. Y los cálidos bracitos del sol acarician mi piel con insistencia, negándose a aceptar que me abandone a un helado e insensible abatimiento.
Entierro mi rostro y mi tristeza en el pecho amoroso de la vida, que me abraza con maternal dulzura porque sabe de sobras lo que duele el desgarro. Y como una Dolorosa, con puñales de aflicción clavados, continúa cuidando los hijos que le quedan, mientras lava con lágrimas salobres sus heridas sangrantes.
La palabra conjurada, la unión de corazones, una sola intención hace que desde el centro del círculo se expanda una corriente, cuya vibración nos traspasa y trasciende, atrayendo la fuerza del espíritu y avivando la llama, hasta que la fogata se convierte en incendio.
Siento que formo parte de la vida, que corre por mis venas una luz invisible que se sirve de mí para mostrarse. Y que pasa con la sangre de uno a otro cuerpo sin quedar encerrada en sus estrechos límites, y se libera cuando se abre la jaula y el pájaro echa a volar. Extrañaré al ruiseñor que no canta en mi rama pero seguiré escuchando su gorjeo allá donde se encuentre, pues su extraña armonía alimenta mi alma y me conforta en su ausencia, si es que puede alejarse lo que habita en nosotros.