Ventanas al sol
Ana Cristina Pastrana
Lamiendo el suelo con su cuerpo, retorcido como un guiñapo bajo la manta, curtida de miseria, de noches a la intemperie y vómitos mal contenidos, recitaba poemas legendarios a los seres microscópicos que bailaban, extenuados, en la acera, bajo las luces de neón.
Su alma de caramelo voló cielo arriba, en busca de las estrellas que colgaban de las ramas. El estruendo quebró los nervios de la luna, que se dormía con los cantos de sirena que emanaban de su labios.
Su corazón, dislocado, cabalga ahora con la aurora.