Me pides que te consuele, me lo reclamas, me lo exiges. Sólo a días, a ratos. El resto, me ignoras. Me concedes tu confianza a cambio del consuelo. Me castigas si no respondo a tu demanda.
Quisiera explicarte que ni tu ni yo hemos nacido para complacer a nadie, que debemos ser fieles a nosotros mismos y no a las exigencias ajenas, porque si no lo hiciéramos así, perderíamos nuestra identidad.
Quisiera que entendieras que la solución a tus problemas, la responsabilidad de tu conducta y tu bienestar emocional te corresponden a ti, que tu insatisfacción nace contigo y que los demás no somos responsables de la misma.
Quisiera que no te escudaras en lo que eres porque puedes ser lo que quieras y que comprendieras que no necesitas la validación de nadie para conseguirlo. Tú y sólo tú puedes cambiar tus pensamientos, tus actos, tus juicios. Tus emociones serán diferentes cuando te atrevas a salir de tu concha y contemplar el mundo.
Comienza a dar en lugar de anhelar recibir. Valora y agradece lo que te otorgan en lugar de evaluar lo que esperas. Piensa en los demás y en hacerles felices y te querrás más porque necesitarás menos.