
Esta mañana escuché un anuncio en la radio. Comenzaba preguntando si te sentías infeliz y angustiado, para darte acto seguido la solución: tomar un medicamento. Hay muchísimos temas de los que ignoro más de lo que sé, pero justo sobre la ansiedad tengo experiencia sobrada, así que me sentí francamente sorprendida de que se planteara de forma tan frívola.
Ahora todo lo queremos arreglar aprisa y corriendo. Una transacción comercial y ya está. Pero, sin quitar mérito a la farmacología, tratar el síntoma no siempre cura la enfermedad. Soy partidaria de evitar el dolor innecesario, pero no creo que el bienestar se administre en cápsulas. Llevar una vida saludable puede ser un método más lento, pero más efectivo.
Que tu vida está vacía: pagas un dinero y enseguida te mandan un repartidor de Glovo o Amazon a casa con lo que sea que necesites. Que no encuentras sentido a tu existencia: seguro que un viaje, un curso o una experiencia impactante te hacen sentirte completo. Que te encuentras solo: para eso está la red y vas a hacer un montón de “amigos” virtuales a los que no conoces de nada, pero que van a pulsar “me gusta” a todas tus publicaciones (a cambio de que tú hagas lo mismo con las suyas). Parece que el único que se puede sentir insatisfecho es el que no tiene dinero para adquirir un remedio “exprés” para sus males.
Pero el secreto de la salud psicológica y la felicidad es como el amor verdadero, que ni se compra ni se vende, porque reside en tu interior. Cada uno somos diferentes y no existe ninguna receta universal, así que no te molestes en buscarla en Google. Las respuestas están dentro de ti. Escúchate. Dedícate tiempo. Hazte amigo del silencio y la quietud. Reflexiona sobre lo que te llega de fuera y observa cómo vibra en tus entrañas.
Si tienes la paciencia y la sencillez de observar con la mirada maravillada de un niño todo lo que te rodea, continuamente te irán llegando los aprendizajes que necesitas. Si eres fiel a ti mismo, confiando en tu naturaleza, sabrás con claridad qué has de hacer en cada momento. Y si decides que el amor sea tu faro, él sabrá guiar sabiamente tus pensamientos, palabras y acciones.
¿Te está sonando a esa “receta universal” que antes te he dicho que no existe? No lo sé. Tal vez yo también esté “pontificando” sin querer. Sólo deseo hacerte notar que eres luz y que ese resplandor es el que te iluminará si estás dispuesto a ver. Tu “microcosmos”, el pequeño universo que mora en cada ser humano, no deja de ser un reflejo del “macrocosmos”, como decían los humanistas del Renacimiento. Estate atento a la “música de las esferas”, porque si logras sintonizar con la melodía de la creación y sigues su estela de belleza llegarás a la plenitud. Déjate ser y disfruta de ese momento en que Dios miró todo lo que había creado y vio que era bueno: tú incluido. Y no te conformes con sucedáneos, que sólo calman momentáneamente tu sed de eternidad.